domingo, 27 de septiembre de 2009

Recuerdo que...

Recuerdo que mi mamá me bañaba todos los días al promediar las 7 de la noche en el baño de su habitación. Recuerdo con nostalgia el agua caliente de esas duchas. Me encantaba sentir el vapor del agua viajando en el aire, es algo que nunca olvidaré. Tenía un bote marrón de plástico que me gustaba llevar conmigo al momento de cada ducha. Nunca me bañaba sin él. Y según recuerdo, aún lo conservo dentro de todas las cosas que llamamos “recuerdos de la niñez”. Me bañaba con shampoo Johnson, y una vez terminada la ducha, me ponía el perfume de la misma marca. En un momento llegué a pensar que Johnson era la única marca de shampoo y perfume. Por otro lado, algo que nunca olvidaré es que cada vez que cumplía años, se cocinaba en casa lo que yo quería, y siempre era milanesa, así que cada vez que era conciente de que crecía había un plato de milanesa servido en la mesa, por lo que es inevitable imaginar un cumpleaños sin esa comida. Aún hoy, recuerdo mi infancia, mis baños en agua caliente y el viejo bote marrón.

¿Madurar? No, gracias

Tuve mi primera enamorada a los 12, ella también tenía 12 y también era su primer enamorado, supongo que la relación debió ser buena pues duró un año y tres semanas. Sí, yo tampoco podía creerlo. Aprendí a ser atento, cariñoso, detallista y preocupado, todo lo que nunca pensé que podría ser; de hecho, me volví cursi. Con el paso del tiempo comprendí que era muy joven para llevar una relación tan larga. Ella ahora es una de mis mejores amigas, sin embargo, tenerla como enamorada fue una de mis peores decisiones. No odié la relación, odié haberla tenido tan pronto. Tenía 12 años y ya sentía el peso de ser adulto. Ella era buena enamorada, igualmente atenta, cariñosa, detallista y preocupada pero no podía seguir en una relación tan madura para mi inmadurez. No lo niego, fue un buen regalo para el futuro, pero no de los que deben recibirse a tan temprana edad. Ahora, ya con 20 años, puedo decir que ya maduré, o que al menos ya asumí el hecho de que en algún momento de nuestras vidas, la gran mayoría de nosotros perderá esa libertad que alguna vez tanto apreciamos y seremos cursis.