miércoles, 18 de agosto de 2010

La cena

Ambos tienen 27 años, se conocen desde hace 9 y llevan de enamorados casi 7. Ambos concuerdan en que han sido casi 7 años de buenos y malos momentos que los han ayudado a crecer y que, sobretodo, han fortalecido la relación pues todos aquellos momentos, los vivieron juntos.

Sin embargo, no todo es felicidad constante. Pocos días antes de llegar a la tan esperada fecha de los 7 años, él empezó a mostrarse diferente, por algún motivo pasaba menos tiempo con ella y algunas veces hasta dejaba de contestarle el celular. Como es costumbre, en esto tipo de situaciones, y por un sentimiento de culpa autoinflingida, ella pensó que el alejamiento de su novio se debía a algún acto suyo que pudiera molestarle, por lo que decidió compensarlo y solucionar todo posible problema llevándolo a una cena romántica como conmemoración de su séptimo aniversario.

Llegó la noche y quería que todo saliera perfecto. En una cita previa con el gerente del restaurant, ella separó una mesa en una determinado ambiente del lugar, para que sólo fueran él y ella. De hecho, hasta se acordó con el mozo los momentos y el orden adecuado de hacer su aparición para atenderlos.

Ella esperaba con ansias la cena. Veía la ocasión como un nuevo comienzo, y posiblemente se sentía como en su primera cita, la cual, de hecho, fue con él. Él llegó al lugar despreocupado, incluso un poco acelerado, actitudes que no despertaron la menor molestia en ella. Como se había planeado, el mozo, después de calcular unos 15 minutos desde que ambos se sentaron en la mesa, se acercó con la carta. Ambos hicieron sus pedidos, el mozo los tomó y se retiró del ambiente.

Avanzada la conversación que ambos iniciaron, ella comprendió que su novio, el chico atento, cariñoso, y en muchos aspectos perfecto, había olvidado por completo su aniversario. Su corazón se hizo trizas aún más rápido de lo que una bala pudiera haberlo atravesado.

El mozo regresó con los pedidos, y en lugar de servir el vino semiseco que ella había ordenado, llevó dos copas de champagne, cortesía de la casa, decía. Dadas las circunstancias, ella no dio la menor importancia a eso, pues en su cabeza, habían cosas más importantes por las cuales preocuparse.

Ella, con un semblante triste, trataba de fingir su estado e inició una conversación trivial para mantener el ritmo de la cita. Él se mostraba ansioso, sus respuestas eran cortas y en ocasiones cortantes.

De pronto, se escuchaba en el local música de fondo, baladas. Esto, particularme la molestó, pues ella había pedido estricto silencio para la cena, sumado al hecho de que la cena no marchaba de la mejor manera. Para colmo, las canciones que sonaban eran sus preferidas, pero hubiese preferido escucharlas en otras circunstancias.

Posando su mano sobre la suya, él la miró a los ojos y sin el menor titubeo le dijo: -¿Te has dado cuenta que parecemos dos chiquillos de colegio? Cuando no estamos trabajando, estamos todo el tiempo juntos. Si nos nos vemos, nos llamamos todo el día, nos mensajeamos todo el día, chateamos todo el día y después de tanto tiempo parece que no te cansas, y a este ritmo, parece que nunca te vas a cansar.

-Pero...
- ...Déjame terminar.

Ella, invadida por los nervios, no supo qué responder, mientras sus ojos dejaban caer unas cuantas lágrimas.

De pronto, una a una, empezaron a pasar personas al ambiente que supuestamente estaba separado para la pareja. Ella, al notar la presencia de extraños, sólo atinó a secarse las lágrimas y a no tener contacto visual directo con éstas personas. Sin embargo, reconoció a todas y cada una de ellas, eran sus familiares y amigos más cercanos. En medio del intespestivo momento, ella no sabía qué ocurría. Él se ácercó a ella, la abrazó y le dijo al oído: "Felices 7 años, amor".

Entre sonrisas, su corazón volvía a latir en una sola pieza y a un sólo ritmo. Sus lágrimas de tristeza y decepción se convertían en lágrimas de alegría y felicidad.

- ¿Los trajiste para celebrar nuestros 7 años?
- No, los traje para celebrar nuestro matrimonio.

Ella, atónita y sin saber qué decir, lo miraba directamente a los ojos con una sonrisa indescriptible. Él, mientras sacaba del bolsillo de su saco un pequeño objeto que cabía en su mano, la miraba también a los ojos mostrándole lo que acababa de sacar y le preguntaba:
-¿Quieres casarte conmigo?

4 comentarios:

S dijo...

qué tierna historia! te voy a poner en mi blogroll para ver qué más me cuentas :)

Anónimo dijo...

Me gusto la historia, muy buena...
te dejo mis saludos!

Unknown dijo...

wow, es la primera vez que leo tu blog y en realidad muy buena redaccion, muy buen todo desde hacia mucho que no leia algo tan bueno.

muchos dicen que la espera es el peor tormento y la peor tortura.

Anónimo dijo...

chino soy luis enrrique muy buena tu historia, me gusto..... pero podrias traducir esa historia en ingles que no se entiende nada de nada ^_^