Nunca antes había sucumbido ante ti, al menos había hecho todo lo posible para no hacerlo, pero mis eternos esfuerzos parecieron no ser suficientes. Caí, y por más que siempre creí que en éste fatídico –y antes hipotético- caso lograría escapar de tus garras con facilidad. Ahora entiendo que no es así, que no lo es para nada.
Cuando estás conmigo, no puedo pensar, no puedo hacer nada bien, porque lo único que pienso –y que quiero- es estar debajo de unas cálidas sábanas tratando de dominarte, cuando, en realidad, eres tú la que hoy me domina.
Sí, así es, porque cuando estás conmigo, innumerables son las hojas de papel higiénico que utilizo para limpiar las secreciones que me haces producir. Sé lo que piensas, pero no siempre hay dinero para comprar los tissues del cachorrito ese, aunque a veces esa falta de dinero implica cierto ardor al momento de…
Cuando estás conmigo, son esquivos los deseos de una cerveza con mis amigos o de un buen pucho bajo la lluvia. Nada de eso resulta atractivo cuando estás conmigo, pero eso se acabó. Pensé que el tiempo me curaría de ti, pero no fue así, no lo fue para nada.
Pero no te preocupes, o mejor dicho: preocúpate, porque la solución a mi problema –a ti- resultó ser aquella pastilla de la que todos hablan. Adiós compañera no deseada, adiós gripe. Hola Nastizol.
viernes, 24 de junio de 2011
Cuando estás conmigo...
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