domingo, 11 de noviembre de 2012
10/11/12
domingo, 5 de agosto de 2012
Hoy
Hoy, como muchos otros días, cogí mi guitarra y como un buen rock star wannabe, tarareé melodías que fácilmente podrían volverse éxitos de ventas, de no ser porque... nunca tan talentoso.
Hoy también, después de bañarme, y como un buen representante de los impedidos para la cocina y las labores culinarias, salí a buscar la empanada + chicha = 3.90 de los domingos.
Hoy, más tarde después de eso, fui a Polvos Azules, donde después de recorrer varios de los pasillos, detuve la vista en una tienda de polos con estampados recontra palomillas como: "¿No quieres ponerle tu peluca a mi sansón?", "Tu novia nos engaña", "Cambio mujer de 60 años por 3 de 20" (potencial regalo de cumpleaños para tu siempre querido abuelito), entre otros.
Es más que seguro que hoy me pasen muchas más cosas de las que valga la pena contar, pero probablemente la más importante, porque define mi rol como ser humano, sea que hoy tuve ganas de tener un hijo... pero definitivamente, más ganas tuve de hacerlo.
viernes, 16 de marzo de 2012
Tal vez
lunes, 3 de octubre de 2011
Lunes
Y mientras la piensas, coges tu vieja guitarra acústica, con sus aún más viejas cuerdas de metal, que alimentan su síndrome electroacústico… y con un Do mayor intentas recordar alguna canción que grite en silencio lo que sientes...
I´m sorry that it took so long to write this song
but I gave up
You see, one million words can't describe how it feelsto know your love…
Pero algo anda mal, y entiendes que esos versos no son para ti, porque no son tuyos… Entiendes que lo que mejor refleja lo que sientes sí son las canciones, pero esas que tú mismo escribes y cuyos versos vomitas buscando la tan esquiva introspección.
Con algo de timidez cambias el orden de las notas y sacas de un cajón un pedazo de papel y un lápiz mal tarjado que empieza a dibujar, letra a letra, verso a verso, eso que cada día le dices de mil formas, intentando encontrar una forma más:
Lamento que me haya tomado tanto tiempo escribir esta canción…
Pero quería tener las palabras exactas.
Y verás, tengo tantas cosas que decirte, que todas mis palabras nunca bastarían
Pero al menos puedo intentar buscar las adecuadas.
Y es que contigo quiero todo y para siempre
Bien y no tan bien, para siempre.
Prometo una sonrisa en tus manos al cruzarse con las mías.
Prometo atardecer tus días con mi hombro como almohada
Y despedir mis noches con tu voz.
Y es que contigo quiero todo y para siempre
Bien y no tan bien, para siempre.
Prometo recibir mis mañanas con tu sonrisa
Y vivir mis días enamorado de tu amor.
Y yo, por ahora, solo quiero que me prometas un mañana
Porque sin un mañana, no podría prometerte nada.
Y es que contigo quiero todo y para siempre
Bien y no tan bien, para siempre.
Y escribes rápidamente para no olvidar ningún verso, ninguna palabra, ninguna tilde ni ninguna intención, porque cuando se trata de ella –y para ella-, todo es importante y todo debe ser perfecto, pero sobre todo, buscas en tus versos la perfección que tú no tienes y que probablemente nunca alcanzarás.
miércoles, 20 de julio de 2011
Porque...
Porque no quiero estar aquí… ni allá, porque sólo quiero estar y sentir.
Porque es difícil mantener la fe, más aún cuando ni siquiera sabes qué es.
Porque cuando la migraña deja de serlo, se vuelve una molestia más, sumada a eso que -una vida después- no sabes cómo llamar, porque ni siquiera sabes cómo describir.
Porque sabemos –o creemos- que algo malo pasa -o pasará- cuando aparentemente nuestros oídos se agudizan y podemos escuchar el beat de nuestros corazones, cuando lo que en verdad se intensifica, no es nuestra capacidad auditiva, sino ese beat cardiaco capaz de crear una melodía de nostalgia, decepción, tristeza y/o miedo, volviéndose un réquiem cuando las mezcla sin compasión.
Porque cada vez que me dices “Deja de caminar si no sabes a dónde ir”, mi respuesta siempre será: “Prefiero caminar y perderme, que quedarme quieto sin saber en dónde estoy”.
Porque, como tú, yo también he dibujado tristezas con las manos desnudas y no he tenido el valor para borrarlas, porque ni siquiera he tenido el valor para intentar hacerlo.
Porque, como tú, yo también he visto congelarse infiernos con sólo una mirada y he pasado de sentir frío a sentir calor en menos de lo que dura un pestañeo.
Porque una canción, una sonrisa, e incluso un recuerdo, pueden no ser suficientes para ser feliz, o a veces, pueden ser lo único que se necesite para serlo.
Porque esto termina como puede terminar cada uno de tus días, contigo en una cama, en soledad, con un par de ideas rondando tu cabeza, preguntándote por qué.
viernes, 24 de junio de 2011
Cuando estás conmigo...
Nunca antes había sucumbido ante ti, al menos había hecho todo lo posible para no hacerlo, pero mis eternos esfuerzos parecieron no ser suficientes. Caí, y por más que siempre creí que en éste fatídico –y antes hipotético- caso lograría escapar de tus garras con facilidad. Ahora entiendo que no es así, que no lo es para nada.
Cuando estás conmigo, no puedo pensar, no puedo hacer nada bien, porque lo único que pienso –y que quiero- es estar debajo de unas cálidas sábanas tratando de dominarte, cuando, en realidad, eres tú la que hoy me domina.
Sí, así es, porque cuando estás conmigo, innumerables son las hojas de papel higiénico que utilizo para limpiar las secreciones que me haces producir. Sé lo que piensas, pero no siempre hay dinero para comprar los tissues del cachorrito ese, aunque a veces esa falta de dinero implica cierto ardor al momento de…
Cuando estás conmigo, son esquivos los deseos de una cerveza con mis amigos o de un buen pucho bajo la lluvia. Nada de eso resulta atractivo cuando estás conmigo, pero eso se acabó. Pensé que el tiempo me curaría de ti, pero no fue así, no lo fue para nada.
Pero no te preocupes, o mejor dicho: preocúpate, porque la solución a mi problema –a ti- resultó ser aquella pastilla de la que todos hablan. Adiós compañera no deseada, adiós gripe. Hola Nastizol.
miércoles, 20 de abril de 2011
Lima
Y él, para variar, normalmente no era el más conveniente” Lima - La Forma.
Es miércoles por la noche, y desde el interior de la casa se oyen gritos, insultos, balazos y sirenas policiales. Guille y Mario se abrazan y buscan la protección de su madre, quien intenta calmarlos diciéndoles que no se preocupen, que todo estará bien.
A la mañana siguiente muy temprano, camino al colegio, Guille y Mario notan en las esquinas y veredas de su calle vidrios rotos, gotas de sangre y un inconfundible olor a violencia, a desgracia y a muerte.
- Mami, ¿por qué hay gente mala? – preguntaba Guille mientras se acomodaba la mochila.
- Porque seguramente sus papás no estuvieron con ellos de chicos o porque si estuvieron no los supieron criar – respondía con tímida convicción.
Aquella conversación con su madre sería la que más recordaría en un futuro. Guille tiene 8 años, vive con Carmen, su madre y su pequeño hermano Mario, de 3 años. Su padre trabajaba en provincia y viajaba a Lima para verlos una o dos veces al mes y enviaba mensualmente una cantidad de dinero para el sustento de su familia.
Una tarde, su madre salió a recoger un giro enviado por su padre y dejó a Guille al cuidado de Mario. Entrada la noche, mientras ambos niños jugaban, llamó a la puerta un sujeto de unos 40 años, robusto y con semblante apático. Pero no fue ninguna de estas características la que llamó más la atención de Guille, sino el hecho de que este hombre estuviera uniformado.
Desde entonces, aquella hasta entonces disfuncional familia, lo fue aún más. El padre de ambos renunció a su trabajo en provincia para poder viajar a Lima y cuidar de sus dos hijos, ver los trámites del entierro de su esposa y buscar un trabajo que lo ayude a seguir manteniendo a sus dos hijos. Las cosas no fueron fáciles, el dinero ahorrado era poco y se tuvo que gastar en el sepelio de Carmen. Sin embargo, desde entonces y en menos de un año sin trabajo aparente, el padre de ambos niños empezó a llevar una mejor calidad de vida a casa.
Guille nunca preguntó, nunca quiso hacerlo, por miedo a la verdad, o para no tener que mentir cuando se le preguntara, o simplemente tal vez porque la pasaba demasiado bien como para preocuparse por qué.
Una noche, mientras ambos niños jugaban esperando a que su padre regresara con la cena, llamó a la puerta una imagen conocida, un policía. No recordaban si era el mismo de un año atrás, no importaba si lo era, lo que importaba era por qué estaba ahí.
Nuevamente guiados a la comisaría, un capitán intentaba explicarles que su padre estaría, nuevamente, un tiempo fuera de la ciudad y que ambos serían llevados a un albergue. La verdad era otra, su padre había sido intervenido y reconocido como un micro contrabandista de drogas por lo cual se le abriría un proceso penal que seguramente lo enviaría a la cárcel unos años.
- Guille, ¿por qué hay gente mala? le preguntaba Mario mientras eran llevados al albergue.
- Porque si no hubiera, nos hubiésemos muerto de hambre – respondía Guille, con una mirada capaz de congelar el infierno.