sábado, 29 de agosto de 2009

BIENVENIDO VANDALISMO

08/08/08

El día no deparaba mucha emoción. Solo en casa, tocando en mi habitación algunas canciones recibo una llamada. Potter quería que lo acompañe a hacerse un examen médico para sacar brevete. Nunca se hizo el examen, llegamos tarde al Touring. Fuimos a buscar a Oso y salieron unas chelas. Lugar y hora: La tienda. 0600 horas

Después de algunas rondas de cerveza y de fumar algunos cigarros, recordé que debíamos dinero a “tía de la tienda”. Decidimos “sacar la vuelta” antes de que ella también lo recordase y decidiese cobrarnos, o algo peor ¡¡quedarse con nuestras chelas!!

Al promediar las 7:30pm, salimos los 3 juntos sin saber qué hacer o a dónde ir, diviso a la distancia una polera azul, un tanto rosquete. Tenía que ser Chupete, no puede haber en Lima otra persona con una polera igual. “Vamos a mesitas” dijo alguien.

En mesitas nos esperaban más “cheliñas”. Entre tragos y bromas, suena el celular de Oso. El contesta… Habla… Fin de la llamada… Todos ¿Qué pasó?... “Mario baja".

Mario llegó plan de 8:30, y se unió al grupo despues de comprar más chelas, pero como todo lo bueno en esta vida, llegó el final. Las miradas mutuas de ansiedad y desesperación acabaron cuando Potter dijo “Vamos a Wong”.

Cuando decidí oponer resistencia ya tenía entre mis manos un ron y una Pepsi de 3 litros. “Ron no paso”. “Está cagao”. “Va a subir” … “Ya apúrate mierda que me toca”. De pronto suena mi celular… Contesto... Hablo... “Lucho viene en 5 minutos”

Lo vi venir, “ahí está ese hijo de puta”. Oso más efusivo que de costumbre “Luchiiiiiito huevooooon”. Lucho llegó pasada las 9 de la noche y solo estaba “de pasada” pues tenía un concierto en el centro de Lima. Era inconcebible que se fuera sobrio, por lo que no faltó el tan famoso: ¡Seco, seco, seco!

El tiempo pasó en medio de sermones mutuos, desahuevadas directas, insultos a terceros y ánimos a primeros. Fue así que, aunque la tarea parecía imposible y la botella inacabable, el ron llegaba a su fin después de casi una hora de batalla. Mario había partido bajo las tenues luces y la densa neblina pues tenía una reu cerca. Mi alegría por el término del rock´n´ron murió cuando Potter pronunció su ya famoso “Vamos a Wong”. Una plancha de 12 latas de cerveza.

Sentí que le faltaba algo de “novela” a la noche, por lo que me llevé a 2 de mis borrachos al baño, dejando así a los 2 restantes para que conversen algunos temas personales que estaban pendientes desde hace algunos meses. Una vez que habían tenido el tiempo suficiente para sacarse la mierda… en secos y volteados, decidimos volver y unirnos.

Todo estaba tranquilo, nada roto y ninguno sangraba. No habían tenido el tiempo suficiente. Las latas, no duraron mucho, así que era hora de ir pensando en un plan de contingencia. Nuestra mirada se centró en el Chifa Costasur.

Recuerdo poco el trayecto. Antes de pedir la carta, fuimos desfilando uno por uno hacia el baño. En algún momento recuerdo haberme cruzado ahí con Oso y Potter. La vida no es fácil, las cosas no salen como uno quisiera, la gente no es como uno espera que sea. Las lágrimas empiezan a caer, los abrazos empiezan a fluir, las palabras de los amigos valen más que las de alguien que sólo ves 2 o 3 horas al día.

Salimos, Chupete y Lucho se hallaban algo “emotivos”. ¿Por qué? Tal vez no deba revelarlo, pero las lágrimas en sus ojos me hicieron saber que por fin habían arreglado ese asunto pendiente.

El momento lacrimoso de la noche había llegado a su fin. Ya en la mesa, mirando el menú, recuerdo haber dicho “no tengo hambre”, pero la verdad es que la fuente que costó casi 60 soles estaba vacía al cabo de unos minutos, dejando solo algunos wantanes y el jugo de tamarindo. Todos satisfechos. Todos hechos mierda por mezclar chela, ron, chela de nuevo y chifa.

Hicimos una pequeña sobremesa para “bajarla”, de pronto escuchamos en el segundo piso del local un karaoke. Al no poder estar en pie, decidimos cantar sobre nuestros asientos, uno frente a otro, haciendo un gran escándalo que posiblemente despertó a todo San Miguel y distritos colindantes.

Ya estábamos mejor, dispuestos a ir al segundo piso y pasarla bien. Sin embargo, los chinos de mierda nos prohibieron el pase por escandalosos (yo creo que por borrachos) y no solo eso, ya que nuestra osadía hizo que nos echen del chifa. Si no amenacé con llamar a Migraciones es porque ya estaba en una galaxia, muy, muy lejana, y porque nos dieron “para llevar” los wantanes y tamarindo que quedaban.

Lucho, Chupete y yo nos pusimos a conversar en la vereda mientras esperábamos a Oso y Potter. Gracias a Potter, salieron con dos botellas de vino, “las más dulces”, dijo Oso. Volvimos a mesitas. Esta vez era para “irnos –oficialmente- a la mierda”.

¿Vino + Wantan? No recomendable. Después de muchos intentos, finiquitamos todo lo que teníamos entre las manos. Por otro lado, los “guachimanes” del Shopping creaban un cántico coral con sus silbatos. Nuestro estado era deplorable. No caminábamos bien. No vocalizábamos correctamente. Entendíamos las bromas del otro cuando un tercero ya había hecho otra broma.

Al ver venir a un “guachimán” hacia nosotros, me vi hacer lo mismo en un afán de desafiarlo, pero al ver que cogía su macana dije “Mejor aquí corrió, que aquí murió… y peor si es por borracho”.

Salimos de Plaza e iniciamos la caminata hasta La Marina con Universitaria para embarcar a Oso. En medio de Universitaria, “no sé por qué” (esa estúpida excusa está de moda, así que, veamos qué tan eficiente es) intentamos sacar del suelo el cartel de “estacionamiento de bicicletas”. Fallamos.

Al ver nuestro intento frustrado, decidimos cruzar la pista. Al hacerlo, vimos algo. Lucho y yo, en una borrachera casi sincronizada dijimos “El kiosko, huevón”. Quisimos… no se ni qué quisimos hacer pero también fallamos.Por algún motivo que no logro recordar, Oso no se fue para La Marina, por el contrario, empezó a caminar con nosotros hacia Bolívar.

“Esto no puedo quedar así”, pensé. Mientras caminábamos hacia nuestro destino final, mi hombro se topó con un teléfono público de Telefónica. La caminata seguía y yo intentaba entablar una conversación poniéndome al oído el auricular que acaba de adquirir. Las bromas iban y venían, así como también venía otro teléfono público, esta vez, era Telmex, esta vez, era turno de Lucho.

Lucho hizo uso de su descomunal fuerza, pero no logró su cometido. Al ver lo sucedido dije “Lucho, toma”, de pronto por los aires giraba “mi” teléfono público con cordón incluido. Lucho supo recibirlo. Lucho supo darle uso. Lucho supo destrozar en mil pedazos el vidrio que creaba la cabina telefónica.

En ese momento supe que los 5 podíamos haber participado en las Olimpiadas de Beijing sin dificultad. Recorrimos fácilmente 500 metros en apenas unos pocos segundos. Oso, al no poder seguir en su estado, decidió decirnos adiós y regresar a La Marina. Ahora solo éramos 4, mal augurio de que la noche estaba por llegar a su fin.

Poco después de ese acto, mientras caminábamos un poco más calmados, el desbande parecía llegar a su fin. No podía estar más equivocado. Éramos 4, pero atacábamos en parejas. Chupete y Potter hacían lo propio golpeando cuanto anuncio publicitario obstaculizara su camino. Ace de La Mar nos recibia con una inmensa pila de ladrillos de todo tipo. Poco se sobre ello así que baste decir que nunca en mi vida había visto tanto naranja junto.

“¿Habla Chupete?” oí decir. Empezaron a coger ladrillos y a dejarlos caer contra el pavimento. Lucho y yo, algo más revoltosos, optamos por hacer parecer lo ocurrido como una protesta en la panamericana. La pista se vio obstruida por algunos de ellos. ¡Cómo pesaban esos ladrillos de mierda!

Potter, “por si acaso”, decidió coger uno, y guardarlo en su mochila, pero como repito, fue solo “por si acaso”. Caminábamos y sentíamos susurros al oído que no eran otra cosa que los silbatos de los “guachimanes". “A correr muchachos”. Potter corría gritando “Es una cagada correr con un ladrillo en la mochila”. Supongo que debe ser cierto.

Un poco más allá, habían unas paredes blancas con carteles publicitarios de películas con alumbrado. “Lucho, pásame el teléfono”. Como quien usa una “matachola”, dirigí mi fuerza y abalancé mi adrenalina sobre los fluorescentes encima de 2 carteles. Lo siento Wall-e, pero recordé a una amiga y tuve que hacerlo. Lo siento… pero no recuerdo cuál era la otra película que publicitaban.

El paradero estaba muy cerca, la despedida era inminente y la resaca era segura. Lucho y Chupete cruzaron la pista para dirigirse a La Marina y Bolívar, respectivamente, pero ¿No veníamos de ahí? En fin, después de varios intentos de querer tomar taxi con 3 soles en el bolsillo, deciden caminar hacia La Marina para emprender el viaje de vuelta a casa. De nuevo, ¿no veníamos de ahí? ¡¡Par de huevones!!

Potter y yo nos quedamos esperando carro, yo tomé una combi que me aseguraba llegar vivo a mi casa, o al menos, hasta el paradero. El, por otro lado, tomó un taxi hacia la suya. El taxista tenía pinta de pocos amigos y de cacha-cabros, por lo que Potter temió por su vida y optó por tener listo el ladrillo que guardaba en la mochila.

Oso llegó a su casa antes de las 2am, Lucho y yo a las 2:30am. Chupete a las 4am. Y Potter… pues no sabemos nada de él desde aquél día de vandalismo. Esperamos que esté bien… “Bueno muchachos”, gracias a los 4 por ese día. Yo, desde ya, les prometo otro igual a la brevedad posible.

Chicas, las quiero un culo, pero ¿saben por qué los “quiero un culo”? Porque no solo son buenos amigos, son mis mejores amigos.

Los mentirosos no eligen un día para dejar de mentir. Los buenos amigos no eligen un día para dejar de serlo. Y si lo hicieron, simplemente nunca fueron “buenos amigos”. Y se que ustedes lo son.

Ah, y por cierto, todos estamos castigados hasta nuevo aviso. Fin de la historia.

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