Matías es un joven de 17 años que cursa su primer ciclo en la universidad. No es ajeno a la vida universitaria y un jueves, saliendo de clases al promediar las 8 p.m. se junta con unos amigos para ir a tomar unos tragos a un bar cercano.
Al promediar las 9 p.m. llega al bar acompañado de 3 amigos y sentados alrededor de una mesa redonda, ordenan rondas y rondas de chilcano, pisco sour y vino hasta casi la media noche, hora en la cual ya se encontraban a puertas de la ebriedad.
Al promediar las 11 p.m. recibe la llamada de su papá:
- Viejo, ¿qué tal? Estoy con unos amigos tomando unos tragos.
- ¿Estás bien?
- Sí, acá conversando un rato. Estoy en el Queirolo, ya en un toque más salgo.
- Ok, no demores y regresa con cuidado que tu mamá ya está molestando.
La llamada llegó a su fin. Matías pedía otra ronda de tragos y su padre, en casa, se quedaba preocupado porque algo le pudiera ocurrir a su hijo. Al promediar la 1 a.m. llegaba al bar su padre y lo buscaba con la mirada. Al verlo en una mesa con sus amigos, todos completamente ebrios, se acercó a ellos y cogiendo una silla de la mesa del costado, se sentó unió al grupo, mientras hacía un gesto pidiendo una ronda más de chilcanos para todos. Los muchachos lo saludaron, y su hijo, al comienzo sorprendido, ahora pedía un brindis por su viejo que todos secundaron al instante.
Con el pasar de los minutos, uno a uno, los amigos fueron abandonando el local para dirigirse a sus casas, pero Matías y su padre no parecían tener intención de irse, al menos no éste último. Dando sorbos de su trago, se dirigía a su hijo y le decía: "¿Así que te querías emborrachar? Ya pues, no te duermas todavía que voy a pedir un res".
- ¿Estás bien?
- Sí, acá conversando un rato. Estoy en el Queirolo, ya en un toque más salgo.
- Ok, no demores y regresa con cuidado que tu mamá ya está molestando.
La llamada llegó a su fin. Matías pedía otra ronda de tragos y su padre, en casa, se quedaba preocupado porque algo le pudiera ocurrir a su hijo. Al promediar la 1 a.m. llegaba al bar su padre y lo buscaba con la mirada. Al verlo en una mesa con sus amigos, todos completamente ebrios, se acercó a ellos y cogiendo una silla de la mesa del costado, se sentó unió al grupo, mientras hacía un gesto pidiendo una ronda más de chilcanos para todos. Los muchachos lo saludaron, y su hijo, al comienzo sorprendido, ahora pedía un brindis por su viejo que todos secundaron al instante.
Con el pasar de los minutos, uno a uno, los amigos fueron abandonando el local para dirigirse a sus casas, pero Matías y su padre no parecían tener intención de irse, al menos no éste último. Dando sorbos de su trago, se dirigía a su hijo y le decía: "¿Así que te querías emborrachar? Ya pues, no te duermas todavía que voy a pedir un res".
Un res de Pisco era nada menos que una botella de pisco Queirolo, un Ginger Ale, unos cuantas rodajas de limón, hielo y jarabe. Al llegar el pedido, el padre se encargó de servir 2 vasos, acercando uno a su hijo. Ambos brindaron, conversaron un poco. Matías le contaba cómo le iba en la universidad, con su enamorada, de hecho, cómo le iba en general. Su padre hacía lo propio, pero para no aburrirlo, decidió contarle lo que era tener 18 años, las primeras novias, la universidad, los primeros pasos con el alcohol, las borracheras y sus respectivas resacas, hasta el haber conocido a su futura esposa, hoy madre de Matías, entre otras cosas propias de un adolescente.
El muchacho, que ya mostraba el semblante de un borracho vencido por el sueño y más de 5 horas ininterrumpidas de alcohol, no terminaba de creer que su viejo le hablara sobre cosas que nunca, ni de broma, se le habían ocurrido preguntarle. En medio de risas, su padre le respondía: "Ya te quiero ver mañana". A las 3 a.m. Matías y su padre, quien lo ayudaba a caminar, abandonaban el bar para tomar un taxi de regreso a casa, mientras balbuceaba cuánto lo quería.
Ha amanecido una nueva mañana de invierno, y contra todo lo que se pueda esperar, por las persianas se filtran tenues rayos de sol, que con el transcurrir de la mañana llegan a convertir el día en una tregua para el invierno. Este día soleado, sumado a los estragos de la noche anterior, dificultaban que Matías pudiera abandonar su cama y ponerse en pie. Sentado sobre la cama, y con las manos en el rostro, maldecía el haberse embriagado tanto la noche anterior, y a regañadientes lograba impulsarse para ponerse de pie y buscar con urgencia un vaso con agua. Al salir de su cuarto se dirige a la cocina. Al llegar, ve a sus padres conversando y desayunando, tomando café caliente, y, su padre, anticipándose a él, ya le tenía listo el vaso con agua. Matías, aún con mal semblante y enormes ojeras se dirige a él diciéndole: "Pá, no sabes lo que soñé ayer".
3 comentarios:
está bueno tu blog, loco.
Saludos de Argentina!
Hey! me gustó como escribes...
saludos!
Gracias a los 2 por tomarse un tiempo y leerme ! Saludos !
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