De pronto, Diego despertó con las notas de una vieja canción sonando en el despertador. De pronto también supo que no sería un día como cualquier otro. Esa sensación de saber que algo pasaría, la expectativa de saber qué y sobre todo, de saber si sería bueno o malo. Sólo estaba seguro de que el día terminaría con una sonrisa, pero le incomodaba no saber si sería una sonrisa de tristeza o de alegría.
El día transcurrió con aparente normalidad y la expectativa fue agonizando hasta caída la noche, en la que irremediablemente murió y Diego se veía camino a casa a bordo de un taxi. Buscaba al parecer ese “no se qué” al mirar por la ventana del vehículo mientras las calles pasaban velozmente una tras otra mientras recordaba aquella vieja canción con la que había iniciado su mañana.
Bajo las luces y la melancolía de la ciudad encontró entre tanta gente perdida, un rostro conocido, un nombre de la adolescencia y un amigo inolvidable: Daniel. Casi por inercia, sacó de su billetera un Valdelomar, y dejándolo caer en manos del conductor bajaba presuroso del taxi.
- Huevón, a los años. ¿Qué es de tu vida?
Daniel tardó unas milésimas de segundos en reconocer a ese amigo al que no veía hacía más de 7 años pero cuando lo hizo, el mundo pareció retroceder hasta cuando terminaron la secundaria.
- Trabajo acá en Angamos, a 4, 5 cuadras. ¿Tú? ¿Qué es de ti?
- Nada, me estaba yendo a mi casa pero como vi un pata con cara de huevón, te reconocí y me bajé.
Caminaron unas cuadras y el destino lo dijo todo. Semáforo en verde, el sabor del fuego consumiéndose con cada bocanada y una calle llena de bares. La noche era una rubia vestida de verde que se encargó de aflorar los mejores recuerdos de probablemente la mejor época de sus vidas.
- ¿Qué fue lo que le escribiste a Karen? ¿Te acuerdas? – preguntaba Diego con un tono burlón.
- “Las mañanas sonríen cuando tus ojos las iluminan con su brillo”.
- (risas) Con ese floro con razón te mandó a la mierda.
- (risas) Sí huevón, uno pensando como idiota algo bonito para que una “super golfa” como ella venga una y me cancele.
Diego había estallado en risas al recordar que en su adolescencia, el término “super golfa” era el calificativo que usaba Daniel para todas mujeres que lo habían rechazado, por golfas, por putas, o probablemente por sensatas.
- Me acuerdo que me tenías huevón todos los días diciéndome que sacara en guitarra El espejimo… porque según tú, el F la había escrito pensando en ti.
- (risas) ¿Te acuerdas? Era mi himno. ¿Y qué fue de tu basura de guitarra, la sigues teniendo?
- Obvio, es reliquia histórica. Si siempre me acuerdo cuando nos metimos una bombaza según nosotros para ponernos creativos y escribirle una canción a tu “super golfa” que ni siquiera me acuerdo cómo se llamó.
- (risas) La que no tiene nombre. Yo me acuerdo el título nomás porque todo lo que escribimos después se volvieron lagunas al tercer “berraco”.
- Fue una bombaza, terminé vomitando hasta lo que no había podido cagar en la tarde... Huevón!! – exclamó como si algo lo hubiese exaltado. Eres un recontra huevón, esa vez que, de todos, te invitó solo a ti a su cumple y no quisiste ir.
- ¿Estás con los recuerdos? –respondía Daniel mientras soltaba una carcajada y daba una larga pitada a su cigarro. Las flacas como Karen vienen y van, pero un Carty en parque con los patas no tiene precio.
- Tranquilo MasterCard. Ahí se te pudo hacer y la cagaste.
- Fácil, pero si tenía que ser, iba a ser, sino, igual siempre hay muchas “super golfas”.
- En la mañana justo me acordaba de la reu que hizo Karen ese 14 de febrero en su casa. Cuando medio ebrios empezamos a cantar...
El día transcurrió con aparente normalidad y la expectativa fue agonizando hasta caída la noche, en la que irremediablemente murió y Diego se veía camino a casa a bordo de un taxi. Buscaba al parecer ese “no se qué” al mirar por la ventana del vehículo mientras las calles pasaban velozmente una tras otra mientras recordaba aquella vieja canción con la que había iniciado su mañana.
Bajo las luces y la melancolía de la ciudad encontró entre tanta gente perdida, un rostro conocido, un nombre de la adolescencia y un amigo inolvidable: Daniel. Casi por inercia, sacó de su billetera un Valdelomar, y dejándolo caer en manos del conductor bajaba presuroso del taxi.
- Huevón, a los años. ¿Qué es de tu vida?
Daniel tardó unas milésimas de segundos en reconocer a ese amigo al que no veía hacía más de 7 años pero cuando lo hizo, el mundo pareció retroceder hasta cuando terminaron la secundaria.
- Trabajo acá en Angamos, a 4, 5 cuadras. ¿Tú? ¿Qué es de ti?
- Nada, me estaba yendo a mi casa pero como vi un pata con cara de huevón, te reconocí y me bajé.
Caminaron unas cuadras y el destino lo dijo todo. Semáforo en verde, el sabor del fuego consumiéndose con cada bocanada y una calle llena de bares. La noche era una rubia vestida de verde que se encargó de aflorar los mejores recuerdos de probablemente la mejor época de sus vidas.
- ¿Qué fue lo que le escribiste a Karen? ¿Te acuerdas? – preguntaba Diego con un tono burlón.
- “Las mañanas sonríen cuando tus ojos las iluminan con su brillo”.
- (risas) Con ese floro con razón te mandó a la mierda.
- (risas) Sí huevón, uno pensando como idiota algo bonito para que una “super golfa” como ella venga una y me cancele.
Diego había estallado en risas al recordar que en su adolescencia, el término “super golfa” era el calificativo que usaba Daniel para todas mujeres que lo habían rechazado, por golfas, por putas, o probablemente por sensatas.
- Me acuerdo que me tenías huevón todos los días diciéndome que sacara en guitarra El espejimo… porque según tú, el F la había escrito pensando en ti.
- (risas) ¿Te acuerdas? Era mi himno. ¿Y qué fue de tu basura de guitarra, la sigues teniendo?
- Obvio, es reliquia histórica. Si siempre me acuerdo cuando nos metimos una bombaza según nosotros para ponernos creativos y escribirle una canción a tu “super golfa” que ni siquiera me acuerdo cómo se llamó.
- (risas) La que no tiene nombre. Yo me acuerdo el título nomás porque todo lo que escribimos después se volvieron lagunas al tercer “berraco”.
- Fue una bombaza, terminé vomitando hasta lo que no había podido cagar en la tarde... Huevón!! – exclamó como si algo lo hubiese exaltado. Eres un recontra huevón, esa vez que, de todos, te invitó solo a ti a su cumple y no quisiste ir.
- ¿Estás con los recuerdos? –respondía Daniel mientras soltaba una carcajada y daba una larga pitada a su cigarro. Las flacas como Karen vienen y van, pero un Carty en parque con los patas no tiene precio.
- Tranquilo MasterCard. Ahí se te pudo hacer y la cagaste.
- Fácil, pero si tenía que ser, iba a ser, sino, igual siempre hay muchas “super golfas”.
- En la mañana justo me acordaba de la reu que hizo Karen ese 14 de febrero en su casa. Cuando medio ebrios empezamos a cantar...
- ...Maracas - interrumpía Daniel - "tú la guitarra y yo maracas, ella 15 y nosotros 16" - cantaba. Qué buenas épocas de mierda, huevón, si ese día hasta terminamos cantando esa mariconada de Camila.
- (risas) Claro, peor que borracho necio es terminar borracho romántico - exclamaba. Alucina que la otra vez hablé con Natalia y nos acordamos del tono en su jato, de esa vez que te le mandaste y como te canceló te agarraste a su hermana.
- Sí, fue la cagada. Yo no sabía que la hermana quería conmigo y después del agarre empezó a decir que estábamos - recordaba Daniel con una carcajada.
- Ese día fue la cagada, si de asado y necio terminaste cantando sólo: “Necesito olvidarte, estoy a punto de odiarte, pero nuevamente es viernes me traiciona la razón. Porque nada es suficiente, si estar mal es lo de siempre seguiré mezclando ganas con alcohol”.
- (Risas) Te acuerdas solo de las veces en las que yo salgo cagado. ¿Y tú? Que te gileabas a todas pero al final no estabas con ninguna .
- ¿Para qué?– respondía Diego. No soy como tú, que no puedes vivir sin flaca. Eres alérgico a la soltería, sino se te pone peluda la mano. La soledad es libertad… - en ese momento algo lo interrumpía. Lo llamaban al celular. La soledad es libertad, pero no se puede ser libre todo el tiempo– concluía con una sonrisa mientras se paraba de la mesa para contestar la llamada.
- Quién diría. El que decía que las flacas estaban locas y que no se podía estar con ninguna… - se burlaba Daniel.
- Lo sigo diciendo, y la mía también está loca, como todas, pero qué se hace, tarde o temprano toca – respondía Diego mientras se alejaba del bullicio para que su excusa sea más creíble.
-Hola ¿qué tal? … Bien, aquí, me encontré con un amigo que no veía hace años y estamos tomando unos tragos… Karen, ya, ¡cálmate! Es un amigo que no veo hace tiempo. Ya nos vemos mañana.
Diego regresaba al bar mientras guardaba su celular en el bolsillo y con un gesto le indicaba al mozo que llevara tres cervezas más a la mesa.
Adentro la gente respiraba recuerdos mientras desde afuera se escuchaban dos voces notablemente quebradas y aletargadas por la ebriedad entonando: “Cantinero, dos serpentinas bien helenas al polo campo. Me hace falta un sencillo, no hay problema, la casa invita…”
- Sí, fue la cagada. Yo no sabía que la hermana quería conmigo y después del agarre empezó a decir que estábamos - recordaba Daniel con una carcajada.
- Ese día fue la cagada, si de asado y necio terminaste cantando sólo: “Necesito olvidarte, estoy a punto de odiarte, pero nuevamente es viernes me traiciona la razón. Porque nada es suficiente, si estar mal es lo de siempre seguiré mezclando ganas con alcohol”.
- (Risas) Te acuerdas solo de las veces en las que yo salgo cagado. ¿Y tú? Que te gileabas a todas pero al final no estabas con ninguna .
- ¿Para qué?– respondía Diego. No soy como tú, que no puedes vivir sin flaca. Eres alérgico a la soltería, sino se te pone peluda la mano. La soledad es libertad… - en ese momento algo lo interrumpía. Lo llamaban al celular. La soledad es libertad, pero no se puede ser libre todo el tiempo– concluía con una sonrisa mientras se paraba de la mesa para contestar la llamada.
- Quién diría. El que decía que las flacas estaban locas y que no se podía estar con ninguna… - se burlaba Daniel.
- Lo sigo diciendo, y la mía también está loca, como todas, pero qué se hace, tarde o temprano toca – respondía Diego mientras se alejaba del bullicio para que su excusa sea más creíble.
-Hola ¿qué tal? … Bien, aquí, me encontré con un amigo que no veía hace años y estamos tomando unos tragos… Karen, ya, ¡cálmate! Es un amigo que no veo hace tiempo. Ya nos vemos mañana.
Diego regresaba al bar mientras guardaba su celular en el bolsillo y con un gesto le indicaba al mozo que llevara tres cervezas más a la mesa.
Adentro la gente respiraba recuerdos mientras desde afuera se escuchaban dos voces notablemente quebradas y aletargadas por la ebriedad entonando: “Cantinero, dos serpentinas bien helenas al polo campo. Me hace falta un sencillo, no hay problema, la casa invita…”
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