jueves, 2 de diciembre de 2010

El Faro

18/12/08

- Manu, ya pues, ¿qué haremos con los chicos antes que te vayas?
- No sé, ya vemos después, igual ni que me fuese toda la vida. Solo voy a pasar Navidad con mi viejo y vuelvo.
-Así te vayas un día, igual queremos despedirte. No vaya a ser que te enamores de alguna cruda y te quedes. Además, ni siquiera quieres decirnos cuándo te vas, así que tenemos que aprovechar todo lo que se pueda.
- (Risas) Ay, monga, más dramática. Por eso tu fan te para escribiendo fresadas, porque sabe que te gusta hacer novela de todo.
-Ay, qué pesado eres. Ya vas a comenzar. Por las puras les cuento.
- (Risas) Pero por lo que nos dices, te tiene bien en alto ¿no? De hecho que no te conoce, sino... O facil a la hora de escribir el mail se equivoca de contacto y te lo manda a ti.
- Manu, no jodas. Voy a almorzar, cualquier cosa me avisas. Chau.
- Yap, nos vemos.

Me llamo Alejandra, tengo 17 años, y él es Manuel, mi mejor amigo y también tiene 17 años. Vivimos muy cerca el uno del otro, nos conocemos desde la secundaria, acabamos de terminar el colegio y lo único que queremos por ahora, como cualquier adolescente que termina el colegio, disfrutar nuestras vacaciones, salir con nuestros amigos y pensar qué queremos hacer con nuestras vidas.

Esa misma tarde Manu me texteo para ir a caminar al parque Raimondi con los chicos, específicamente al lugar que fue nuestro "point" desde nuestros primeros años en la secundaria: El Faro. Fuimos Daniel, Gerardo, Aracely, Manuel y yo, o, como les decimos de ¿cariño?: Cabeza, Pezuña y Lobacely, respectivamente. ¿Que si somos buenos amigos? Sí, lo somos. De hecho nunca conocí personas tan buenas y tan nobles como ellos. ¿Que qué hacemos ahí? Pues caminar, sentir la brisa del mar penetrando nuestros sentidos y sobre todo, sonreír. Sin embardo, esta salida no fue como otras. Por más que queramos negarlo, lo extrañaremos, y por más que nos contemos lo bien que la queremos pasar este año nuevo, todos sabemos que sería mejor si él la pasara con nosotros.

- Ya no se sean tan nenas, que así me vaya una día o 3 años, los voy a extrañar.
A ti, Cabeza, porque ya no voy a tener a quién ayudar a vomitar en las reus. A ti Pezuña, porque, puta madre, a ti no creo que te extrañe mucho porque lo mejor de no verte es no tener que oler tus patas. Tú, Lobacely, cuidado el 31 que fácil cuando vuelva ya estás con paquete. Y a ti, monga, sí, fácil sí te extraño un toque. De hecho, lo mejor de ya no verte tooodos los días es que voy a poder extrañarte, y, con fe, tú también a mí.

Acabo de llegar a mi casa, estoy muerta, no se cuánto tiempo estuvimos caminando, probablemente el mismo tiempo que estuvimos diciéndonos lo mucho que extrañamos el colegio, -a pesar de haberlo terminado hace unos cuantos días- lo mucho que extrañaremos poder vernos a diario, poder mandarnos mensajes de texto estando a dos metros de distancia, de hecho, cuánto extrañaremos saber que ya no podremos regresar a casa juntos saliendo de clases, bromeando, repartiéndonos las tareas para poder salir por la noche a caminar, como ha sido nuestra tradición desde que nos conocimos hace 5 años, al Faro.

De vuelta en casa, muero de sueño pero primero quiero twittear que extrañaré el cole. Al revisar mi correo veo que hay un nuevo mensaje del payaso ese que me escribe para molestar.

"Alejandra, espero que pases una feliz Navidad, y que el próximo año todo sea mejor para ti. Sé que te molesta que te escriba, y no te preocupes, esta será la última vez que lo haga, porque duele saber que me lees, pero que no quieres responderme. ¿Pero, sabes? No todo será malo. Lo mejor de ya no escribirte será que podré extrañarte, y que, con un poco de suerte, tú también podrás extrañarme".

- ¿Qué? ¡Carajo! - pensé- ¡No me jodas!. Nada tenía sentido. No podía ser. Intenté llamarlo a su celular y no contestaba y era muy tarde para ir a buscarlo. Mañana por la mañana iré a verlo y tendrá que explicarme por qué.

19/12/08

- Señora, ¿qué tal? ¿Estará Manu?
- Ya se fue -
me respondía con una voz resignada y quebrada , fatídicamente complementada por una media sonrisa.
-¿Qué? ¿A qué hora?
- En la madrugada. Fuimos al aeropuerto a despedirlo.
- Nunca nos avisó - le respondía sorprendida, sin saber qué pensar, sin saber qué hacer, sin siquiera terminar de procesar toda la información recibida en las últimas horas.
- Sí, ya sabes cómo es, no le gustan las despedidas y eso. Tampoco quería que lo acompañaramos.
- Y, ¿sabe cuándo vuelve? -
interrumpí ansiosa.
- Cuando termine sus estudios, se supone - me decía casi balbuceando.
- ¿Cómo? ¿No se fue a pasar solo las fiestas con su papá?
- No, sí se fue con su papá, pero a vivir con él mientras estudia en la universidad.
- Gracias, señora. Hasta luego -
atiné a decirle presurorsa, yéndome sin siquiera saber a dónde.
- Cuando llame, le diré que viniste a buscarlo - me decía a lo lejos mientras yo buscaba un rumbo, un norte, mientras me buscaba a mi dentro de un recuerdo aún vigente.

Una vez procesada toda la informacion, lo primero que hice fue ir a buscar a los chicos y contarles que Manuel se había ido, antes de tiempo, y sin fecha de regreso. Esa misma tarde fuimos de nuevo al Faro, a caminar, a pensar, cruzando algunas pocas palabras. "¿Cómo pudo ser tan imbécil de escribirme tanto tiempo y de no decirme nada teniendome todos los días al frente? - pensaba odiándolo y extrañándolo a la vez.

Desde ese día no supimos más de él, aprendimos a extrañarlo, aprendimos a escribirle mails y a no obtener respuesta. Sin embargo, con el tiempo, también aprendimos a aceptar que aquellas tardes frente al mar parecían un viejo sueño que había que olvidar si lo que queríamos era afrontar el futuro: La universidad, la inminente separación del grupo pues cada uno estudiaría carreras diferentes, en universidades diferentes, por lo que, nuestras ahora esporádicas visitas al malecón se convirtirían - y de hecho se convirtieron- en un lejano recuerdo y en nostalgia al sentir la brisa del mar.

Sin embargo, y a pesar de los años, procuramos no perder contacto. Daniel, Gerado, Aracely y yo nos escribimos por Facebook - Manuel nunca quiso crearse uno. Por un tiempo, nos llamamos para acordar una que otra salida cada dos o tres meses, y sobre todo, los cumpleaños, que al menos para nosotros, eran, son y seguirán siendo sagrados. Si había algún día seguro en el que recibiríamos la llamada de los otros tres, era en nuestro cumpleaños.

Hoy cumplo 22 años, estoy tarde para ir a la universidad. Los saludos de mi familia me han retrasado 30 minutos y me he retrasado otros 20, hablando por teléfono con Cabeza, Pezuña y Lobacely, quienes me prometen ir a visitarme hoy por la noche. Me baño y me cambio en exactamente 18 minutos, tomo un jugo de papaya en dos o tres sorbos y salgo apuradísima. Abro la puerta y:

-Monga, feliz cumple - me decía Manuel, súmamente cambiado, pero con esa misma naturalidad de siempre. ¿Me dijo mi mamá que me buscabas?

domingo, 14 de noviembre de 2010

Bang !

Llevo 6 años haciendo este trabajo. Debo admitirlo, al principio no fue facil. La sangre, el temor, la culpa, la habilidad misma que requiere mi profesión fueron un problema al inicio.

Con el tiempo todo fue mejorando. La sangre dejó de ser un problema, a menos, claro está, que salpicara hacia las ropas que he comprado con el dinero ganado desempeñando con habilidad mi labor. El temor se volvió rutina y la culpa simplemente un gaje más del oficio.

No me puedo quejar, la tarea es sencilla y la paga más que buena. tengo una buena vida y sí, es probable que más de una vez el remordimiento haya puesto lugar en mi corazón. Pero, tener corazón, en este trabajo, es ser un fracasado.

En mi haber llevo más muertes de las que me gustaría aceptar, o en todo caso, más de las que me gustaría recordar. Con apenas 23 años he visto lo mejor y lo peor de esta ciudad, lo mejor y lo peor de cada persona a la que se me ha encargado quitarle la vida. Pero sobre todo, he visto lo mejor y lo peor de mi.

Cuando pensaba que ningún nuevo trabajo podría atentar contra mi profesionalismo, llegó a mis manos la información de mi próximo cliente. Era nada más y nada menos que aquella chica, ahora ya mujer, que me había, no solo destrozado el corazón, sino humillado y casi incitado al suicidio por la infinidad de decepciones y lágrimas derramadas en mi adolescencia. Esta chamba la hago gratis, y hasta pagaría por hacerla yo y no dejar que nadie más la haga - pensé.

Después de unos días de seguimiento, tengo un registro detallado de tu rutina. Sé a qué hora te despiertas, sé cuánto tiempo tardas en ducharte y cuánto tiempo en llegar al trabajo. Sé también cuánto tiempo estas ahí y cuánto tiempo demoras en tomar el bus de regreso a casa. Es ahí donde se producirá nuestro tan ansiado encuentro, y donde por fin, podré mirarte a los ojos y mostrarte en qué me he convertido. No sería justo decirte esto, pero igual me gustaría hacerlo: "Hoy, soy lo que soy por ti, porque todo lo bueno que pude haber sido y hecho se fue a la mierda por ti".

Llegado el día, siento una extraña sensación en el pecho, de esos nudos que no nos dejan respirar y que apenas nos permiten tragar la saliba. Aquella sensación que no sentía desde mi primer encargo, pero no me pagan por sentirme culpable, sino por solucionar problemas, y en este caso, ella era el problema.

- Melissa, a los años.
- Miguel - articulaba con aparente sorpresa. ¿Qué ha sido de tu vida?
- Aquí pues, pasándola.
Cuando me disponía a sacar la pistola con silenciador y terminar con su vida, algo me impidió hacerlo. No se si la nostalgia, no se si aún sentía algo por ella, o si simplemente no era capaz de matar lo único que quedaba vivo de mi pasado.

- Oye, me tengo que ir, ahí está mi carro. Cuidate, qué gusto verte de nuevo, en serio - me dijo con una tierna sonrisa mientras estiraba su brazo para detener el bus que la llevaría a su casa.
- Melissa - le dije con voz fuerte para llamar su mirada hacia mi.

BANG !

Lo siento, pero si no lo hubiese hecho yo, alguien más hubiese venido a realizar la tarea en mi lugar y no podría vivir en un mundo en el que tú ya no estás.

Su cuerpo caía sobre el pavimento, mientras el bus, en medio de la noche, seguía su camino sin percartarse de lo que ocurría en el paradero donde Melissa y yo nos encontrábamos.

Lo siento, como ya dije, no podría vivir en un mundo en el que tú ya no estás.

BANG !


domingo, 31 de octubre de 2010

Halloween

La fiesta había sobrepasado sus expectativas. Carla había ido a Barranco con un grupo de amigos y la había pasado como nunca en aquella fiesta de Halloween. A las 2:34 salían de la discoteca, y esperaron por más de 20 minutos un taxi cuyo conductor sea confiable, o que al menos para ellos, en su ebriedad, lo aparente. Esto se debía a que Carla vivía en Jesús María y sus amigos en San Borja, Surco y Lince, por lo que irían quedándose en el camino y ella sería la última en bajar el vehículo. El elegido fue un taxista de unos 60 años, con voz noble y dulce semblante.

El camino desde Barranco hasta Jesús María, era considerable, por lo que el taxista inició una conversación con Carla para evitar que se duerma. Él le contaba que en sus épocas las fiestas de Halloween o de la Canción Criolla no eran como las de ahora. Tal vez sí en las criollas, en las que una guitarra, un cajón y mucha cerveza aseguraban una agradable resaca con sabor a peña.

Carla intentaba seguir la conversación pero el sueño era más fuerte. “Desde hace unos años, mi hijo y yo salimos los días como hoy y aprovechamos la fecha para pasarla juntos y hacer algo como padre e hijo ya que no podemos salir muy seguido”. “Ah, qué bueno por usted y su hijo. ¿Y hoy qué hicieron?", preguntaba ella. “Todavía nada –respondió él- Pero usted nos va a ayudar”.

Somnolienta, volvió en sí al escuchar eso. Con una sonrisa nerviosa y manos sudorosas preguntó a qué se refería. Él, ahora con una voz ya no tan noble y con un semblante aún menos dulce le contaba que su hijo se había escapado de la cárcel hace algunos años y que se escondía en su casa. Que la única fecha en la que podía salir y aprovechar el tumulto de la gente y el alboroto en las calles era el 31 de octubre.

"Señor, aquí está bien, bajo" – suplicaba Carla, presa del miedo. De pronto, el auto frenó en seco, y el taxista, girando su cuerpo hacia ella, decía con voz fúnebre: “Vamos a parar aquí, pero usted no se va a bajar”. Mientras Carla intentaba entender qué era lo que quería decir el taxista, la puerta izquierda trasera se abría, y entraba en el auto un hombre de unos 35 años, robusto y con ojos desorbitados. El auto volvía a arrancar mientras el desconocido cerraba la puerta por la que acababa de entrar.

Con lágrimas brotando sutilmente, pero fingiendo una total entereza, Carla gritaba: "Señor, ya le dije que me bajo, no le estoy pagando para que deje subir otras personas ni para que esté diciéndome tonterías”. Esas fueron sus últimas palabras antes de perder el conocimiento por un fuerte golpe propinado por el desconocido.

(…)

Lentamente Carla abría los ojos, el dolor causado por el golpe era insoportable, pero al menos no estaba muerta, aunque en ese momento hubiese deseado, con todas sus fuerzas, estarlo. “Por fin muñeca, no me gusta que se desmayen cuando ni siquiera he comenzado”.

Carla intentaba reincorporarse y saber qué pasaba. Ya no estaba en el auto, estaba en una casa humilde, en una sala, recostada sobre un mueble, con el desconocido a su lado y, según los ruidos que escuchaba en una habitación contigua, había una persona más. No podía ser de otra forma, comprobó que era el taxista que salía de lo que era la cocina con dos botellas de cerveza y dos vasos. “Sírvete, hijo” – decía con la noble voz y el dulce semblante con el que Carla lo había conocido. El taxista se servía un vaso mientras encendía la televisión de la sala y aumentaba el sonido del mismo.

Carla lloraba y se maldecía por haber salido esa noche, por haber celebrado ese Halloween, probablemente, su último Halloween. El hijo del anciano, mirándola fijamente mientras la desvestía, parecía adivinar lo que ella pensaba. Mientras la ultrajaba y golpeaba le susurraba al oído “Tranquila muñeca, que sea Halloween no tiene nada que ver con esto. Siempre, sin importar el día, habrá alguien dispuesto a hacerte daño”.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Espero...

"Tal vez sea demasiado el tiempo que hemos pasado juntos. Tal vez sea sólo la suma de unos cuantos minutos. ¿Acaso importa? No sé tú, pero a mi lo único que me importa es poder perderme cada día en tu mirada, encontrar paz en tu sonrisa y saber que, para mi beneplácito, Dios se ha equivocado conmigo al darme mucho más de lo que merezco al ponerte en mi camino.

No hay día en el que haya dejado de demostrarte que soy yo aquel con el que debes estar, que soy yo aquel capaz de dibujar una sonrisa en ti y de robarte un beso al mismo tiempo. Porque desde que te conocí supe que eras tú aquella con la que quería estar, aquella capaz de ser, no necesariamente todo lo que buscaba, sino más bien, todo lo que necesitaba para vivir.

¿Hace cuánto que nos conocemos? Exacto, mucho menos tiempo del que quisieramos. Pero tranquila, aún nos queda algo de tiempo, a ti, para abrazarme no cuando quiera, sino cuando más lo necesite, y a mi, no para amarte siempre, sino para no dejar de hacerlo nunca.

Espero haberte dado, al menos, la mitad de felicidad que tú me has dado a mi. Espero ames tanto, como yo los tuyos, mis abrazos al dormir. Espero ames verme dormir, y sobre todo, como yo contigo, espero ames ser lo primero que yo vea al despertar.

No todos los días se cumplen 73 años, así que, además de desearte un feliz cumpleaños, deseo, como he deseado desde el primer momento, ames estar a mi lado tanto como yo a tu lado. ¿Que si estamos viejos? Tal vez, pero tranquila, aún nos queda algo de tiempo, a ti, para abrazarme no cuando quiera, sino cuando más lo necesite, y a mi, no para amarte siempre, sino para no dejar de hacerlo nunca".

martes, 31 de agosto de 2010

Escape

No todos los finales son felices, no tienen por qué serlo.

Sandra tiene 19 años, es una rulosa muy guapa de ojos marrones que vive con sus padres en un barrio de Lima y que lleva 2 años de enamorada con Javier. Su casa está ubicada muy cerca a un parque, al que todos los días van a jugar un grupo de mocosos. Joaquín es la cabeza de grupo de todos esos mocosos que no pasan los 15 años y que viven enamorados de Sandra y sus amigas.

Ella ya no era de salir a jugar voley pues esas épocas habían quedado atrás, con el término de la secundaria. Sin embargo, desde el momento en el que vio Joaquín, no dejó de asomarse por la ventana para ver a ese "chiquillo tan lindo". Por otro lado, él pasaba horas y horas en el parque con sus amigos, mirando de reojo, cada cierto tiempo, la ventana de Sandra.

El vivir en el mismo barrio y conocer a las mismas personas hizo casi inevitable el hecho de que una tarde se conocieran y no dejaran de hablar hasta muy entrada la noche. A esa edad es imposible no ser enamoradizo y tener problemas para elaborar frases sin bloquearse cuando esa persona te mira. Una sola frase, qué chucha, pero no te paltees ni te quedes callado porque se va a dar cuenta que te gusta , le decía uno de sus amigos.

Una noche de verano, Sandra hizo una pijamada en su casa con sus mejores amigas. Compraron algunas cervezas, se sentaron en el suelo formando un pequeño círculo e hicieron lo que todo grupo de mujeres hace en un pijamada: hablar de los chicos que les gustan. Sandra aceptó que estaba enamorada de Joaquín, y que si no fuese un "chiquillo de 14 años", probablemente estaría con él. Pero la historia era otra, ella es 5 años mayor y, más importante aún, está Javier, el clásico idiota que hace a todos preguntarse qué diablos hizo para estar con una chica como ella.

Al día siguiente, una de las amigas de Sandra no pudo más y le contó a Joaquín lo que Sandra había dicho en la pijamada. Él, con el corazón a mil por hora al enterarse de eso, no dejaba de sonreír ni de pensar en qué decirle a Sandra para demostrarle que no era un chiquillo, aunque, en su interior, sabía que lo era, pero qué importaba, no tenía que convecerse a sí mismo, sino a ella.

...Ese mismo día, por la tarde, mientras él perdía el tiempo con sus amigos, la vió hablando con Javier en la puerta de su casa, esperando paciente el momento para decirle que, si se decidía a tomar el riesgo, él podía ser lo que ella necesitaba. No podía dejar de mirarla mientras seguía hablando con sus amigos. De pronto ella empezó a llorar descontrolada y Javier, notablemente fuera de sí, se fue sin saber que no solo la dejaba, sino que la perdía para siempre. Ella se sentó sobre la vereda sin saber qué hacer. Joaquín sí sabía qué hacer, era el momento que había esperado desde el día en que la conoció.

Ella le contó que Javier se enteró lo que ella dijo del "chiquillo de mierda" la noche anterior y que, sin rodeos, le preguntó si sentía algo por él y que ella, al no poder negarlo, se quedó en silencio. Para variar, Joaquín no supo qué decir, sólo se limitó a escucharla llorar y a tratar de convencerla que todo estaría bien.

Javier nunca más volvió a buscarla, ni a aparecerse por el barrio. Se fue, tal vez fue lo mejor, de hecho, lo fue para Joaquín pues su relación con Sandra se hizo cada vez más y más unida, hasta llegar al punto de volverse enamorados un año más tarde. Él, con 15, apunto de terminar la secundaria, y ella, con 20, a punto de acabar su carrera, hicieron todo lo posible para mantener su relación. Y como en todas, hubieron altas y bajas, sobre todo si mientras tú piensas a qué universidad ir, tu enamorada ya está por graduarse. O si, mientras tú buscas un trabajo, tu enamorado aún pide permiso para llegar a casa a las 10 de la noche.

Hoy, 6 años más tarde, siguen juntos, más enamorados que nunca. Él está por terminar su carrera en Administración y ella acaba de entrar a trabajar a un reconocido estudio de abogados.

HEY, DESPIERTA!!

...Ese mismo día, por la tarde, mientras él perdía el tiempo con sus amigos, la vió hablando con Javier en la puerta de su casa, esperando paciente el momento (...) .De pronto ella empezó a llorar descontrolada y Javier, notablemente fuera de sí, se fue (...). Ella se sentó sobre la vereda sin saber qué hacer. Joaquín sí sabía qué hacer, era el momento que había esperado desde el día en que la conoció. -¿Qué pasó? Ella, entre lágrimas y frustración, le contó que estaba embarazada de Javier. Él no había tomado bien la noticia, de hecho, había terminado la relación pues no quería hacerse cargo de algo así.

Sandra ahora tenía otras cosas de qué preocuparse, y Joaquín, no podía hacerse cargo de algo así cuando apenas podía cuidarse a sí mismo. Tal vez ese fue el momento en el que lo que pudo ser, dejó de serlo.

¿No es sorpredente cómo tu destino puede cambiar de un momento a otro sin que siquiera lo esperes? o, peor aún, que esperes algo y que recibas algo completamente diferente? Sería perfecto poder escribir el final que queremos a cada una de nuestras historias, pero, así no funcionan las cosas.

Hoy, 6 años después, Joaquín aún sueña con ella de vez en cuando, sueña un final alternativo a su historia para pretender olvidar que desde ese día no volvió a saber más de ella pues sus padres la mandaron al extranjero.

Como dije, no todos los finales son felices, no tienen por qué serlo.

viernes, 27 de agosto de 2010

Soledad

Como todos, tiene muchas ideas en la cabeza, y como muchos, algunas son buenas, y la otra gran mayoría, son malas. Es consciente de que es dificil luchar contra sus demonios, y sabe también que, muchas veces, ellos ganarán la pelea. Es más dificil aceptar que la felicidad son sólo momentos efímeros que buscamos prolongar día a día, pero, ¿y qué si las cosas andan mal?

"¿Para qué luchar contra algo que no podemos manejar? ¿Para qué pelear por algo que posiblemente nunca podamos ganar? Ya todos sabemos el final de la historia. Todo héroe morirá en el intento, o sufrirá en carne viva lo suficiente como para rendirse a medio camino. El destino se caga en ellos, los deja solos. Pero qué importa, felicidad y soledad son sólo dos palabras que no son tan diferentes".

Sí pues, es jodido saber que las cosas buenas no están hechas para todos.

"Pero está bien, tus días transcurrirán entre una jodida tranquilidad, mezclada por momentos con una incompatible ansiedad, logrando así, ocupar tu tiempo intentando describir tan extraña sensación, dejando de lado la nostalgia, que en estos días está sobrevalorada, porque total, de peores cosas has salido".

¿Qué hacer con la soledad? Pues, lo mejor que podemos hacer con todas las cosas que nos acompañan a diario, aprender a convivir con ella. La noche está por caer, y gracias a ella entiende que no hay nada más liberador que estar frente a la puesta del sol y gritar lo que se le venga en gana. Adiós atardecer, adiós problemas, adiós soledad. Nos vemos mañana, como siempre, a la misma hora.

miércoles, 18 de agosto de 2010

La cena

Ambos tienen 27 años, se conocen desde hace 9 y llevan de enamorados casi 7. Ambos concuerdan en que han sido casi 7 años de buenos y malos momentos que los han ayudado a crecer y que, sobretodo, han fortalecido la relación pues todos aquellos momentos, los vivieron juntos.

Sin embargo, no todo es felicidad constante. Pocos días antes de llegar a la tan esperada fecha de los 7 años, él empezó a mostrarse diferente, por algún motivo pasaba menos tiempo con ella y algunas veces hasta dejaba de contestarle el celular. Como es costumbre, en esto tipo de situaciones, y por un sentimiento de culpa autoinflingida, ella pensó que el alejamiento de su novio se debía a algún acto suyo que pudiera molestarle, por lo que decidió compensarlo y solucionar todo posible problema llevándolo a una cena romántica como conmemoración de su séptimo aniversario.

Llegó la noche y quería que todo saliera perfecto. En una cita previa con el gerente del restaurant, ella separó una mesa en una determinado ambiente del lugar, para que sólo fueran él y ella. De hecho, hasta se acordó con el mozo los momentos y el orden adecuado de hacer su aparición para atenderlos.

Ella esperaba con ansias la cena. Veía la ocasión como un nuevo comienzo, y posiblemente se sentía como en su primera cita, la cual, de hecho, fue con él. Él llegó al lugar despreocupado, incluso un poco acelerado, actitudes que no despertaron la menor molestia en ella. Como se había planeado, el mozo, después de calcular unos 15 minutos desde que ambos se sentaron en la mesa, se acercó con la carta. Ambos hicieron sus pedidos, el mozo los tomó y se retiró del ambiente.

Avanzada la conversación que ambos iniciaron, ella comprendió que su novio, el chico atento, cariñoso, y en muchos aspectos perfecto, había olvidado por completo su aniversario. Su corazón se hizo trizas aún más rápido de lo que una bala pudiera haberlo atravesado.

El mozo regresó con los pedidos, y en lugar de servir el vino semiseco que ella había ordenado, llevó dos copas de champagne, cortesía de la casa, decía. Dadas las circunstancias, ella no dio la menor importancia a eso, pues en su cabeza, habían cosas más importantes por las cuales preocuparse.

Ella, con un semblante triste, trataba de fingir su estado e inició una conversación trivial para mantener el ritmo de la cita. Él se mostraba ansioso, sus respuestas eran cortas y en ocasiones cortantes.

De pronto, se escuchaba en el local música de fondo, baladas. Esto, particularme la molestó, pues ella había pedido estricto silencio para la cena, sumado al hecho de que la cena no marchaba de la mejor manera. Para colmo, las canciones que sonaban eran sus preferidas, pero hubiese preferido escucharlas en otras circunstancias.

Posando su mano sobre la suya, él la miró a los ojos y sin el menor titubeo le dijo: -¿Te has dado cuenta que parecemos dos chiquillos de colegio? Cuando no estamos trabajando, estamos todo el tiempo juntos. Si nos nos vemos, nos llamamos todo el día, nos mensajeamos todo el día, chateamos todo el día y después de tanto tiempo parece que no te cansas, y a este ritmo, parece que nunca te vas a cansar.

-Pero...
- ...Déjame terminar.

Ella, invadida por los nervios, no supo qué responder, mientras sus ojos dejaban caer unas cuantas lágrimas.

De pronto, una a una, empezaron a pasar personas al ambiente que supuestamente estaba separado para la pareja. Ella, al notar la presencia de extraños, sólo atinó a secarse las lágrimas y a no tener contacto visual directo con éstas personas. Sin embargo, reconoció a todas y cada una de ellas, eran sus familiares y amigos más cercanos. En medio del intespestivo momento, ella no sabía qué ocurría. Él se ácercó a ella, la abrazó y le dijo al oído: "Felices 7 años, amor".

Entre sonrisas, su corazón volvía a latir en una sola pieza y a un sólo ritmo. Sus lágrimas de tristeza y decepción se convertían en lágrimas de alegría y felicidad.

- ¿Los trajiste para celebrar nuestros 7 años?
- No, los traje para celebrar nuestro matrimonio.

Ella, atónita y sin saber qué decir, lo miraba directamente a los ojos con una sonrisa indescriptible. Él, mientras sacaba del bolsillo de su saco un pequeño objeto que cabía en su mano, la miraba también a los ojos mostrándole lo que acababa de sacar y le preguntaba:
-¿Quieres casarte conmigo?

domingo, 15 de agosto de 2010

Res

Matías es un joven de 17 años que cursa su primer ciclo en la universidad. No es ajeno a la vida universitaria y un jueves, saliendo de clases al promediar las 8 p.m. se junta con unos amigos para ir a tomar unos tragos a un bar cercano.

Al promediar las 9 p.m. llega al bar acompañado de 3 amigos y sentados alrededor de una mesa redonda, ordenan rondas y rondas de chilcano, pisco sour y vino hasta casi la media noche, hora en la cual ya se encontraban a puertas de la ebriedad.

Al promediar las 11 p.m. recibe la llamada de su papá:
- Viejo, ¿qué tal? Estoy con unos amigos tomando unos tragos.
- ¿Estás bien?
- Sí, acá conversando un rato. Estoy en el Queirolo, ya en un toque más salgo.
- Ok, no demores y regresa con cuidado que tu mamá ya está molestando.

La llamada llegó a su fin. Matías pedía otra ronda de tragos y su padre, en casa, se quedaba preocupado porque algo le pudiera ocurrir a su hijo. Al promediar la 1 a.m. llegaba al bar su padre y lo buscaba con la mirada. Al verlo en una mesa con sus amigos, todos completamente ebrios, se acercó a ellos y cogiendo una silla de la mesa del costado, se sentó unió al grupo, mientras hacía un gesto pidiendo una ronda más de chilcanos para todos. Los muchachos lo saludaron, y su hijo, al comienzo sorprendido, ahora pedía un brindis por su viejo que todos secundaron al instante.

Con el pasar de los minutos, uno a uno, los amigos fueron abandonando el local para dirigirse a sus casas, pero Matías y su padre no parecían tener intención de irse, al menos no éste último. Dando sorbos de su trago, se dirigía a su hijo y le decía: "¿Así que te querías emborrachar? Ya pues, no te duermas todavía que voy a pedir un res".

Un res de Pisco era nada menos que una botella de pisco Queirolo, un Ginger Ale, unos cuantas rodajas de limón, hielo y jarabe. Al llegar el pedido, el padre se encargó de servir 2 vasos, acercando uno a su hijo. Ambos brindaron, conversaron un poco. Matías le contaba cómo le iba en la universidad, con su enamorada, de hecho, cómo le iba en general. Su padre hacía lo propio, pero para no aburrirlo, decidió contarle lo que era tener 18 años, las primeras novias, la universidad, los primeros pasos con el alcohol, las borracheras y sus respectivas resacas, hasta el haber conocido a su futura esposa, hoy madre de Matías, entre otras cosas propias de un adolescente.

El muchacho, que ya mostraba el semblante de un borracho vencido por el sueño y más de 5 horas ininterrumpidas de alcohol, no terminaba de creer que su viejo le hablara sobre cosas que nunca, ni de broma, se le habían ocurrido preguntarle. En medio de risas, su padre le respondía: "Ya te quiero ver mañana". A las 3 a.m. Matías y su padre, quien lo ayudaba a caminar, abandonaban el bar para tomar un taxi de regreso a casa, mientras balbuceaba cuánto lo quería.

Ha amanecido una nueva mañana de invierno, y contra todo lo que se pueda esperar, por las persianas se filtran tenues rayos de sol, que con el transcurrir de la mañana llegan a convertir el día en una tregua para el invierno. Este día soleado, sumado a los estragos de la noche anterior, dificultaban que Matías pudiera abandonar su cama y ponerse en pie. Sentado sobre la cama, y con las manos en el rostro, maldecía el haberse embriagado tanto la noche anterior, y a regañadientes lograba impulsarse para ponerse de pie y buscar con urgencia un vaso con agua. Al salir de su cuarto se dirige a la cocina. Al llegar, ve a sus padres conversando y desayunando, tomando café caliente, y, su padre, anticipándose a él, ya le tenía listo el vaso con agua. Matías, aún con mal semblante y enormes ojeras se dirige a él diciéndole: "Pá, no sabes lo que soñé ayer".

miércoles, 28 de julio de 2010

Gracias Perú

No importa de qué parte del Perú seas. No importa en qué parte del Perú estés ahora. Tal vez ni siquiera estés en el Perú. Lo importante es que, es imposible no sentirse orgulloso de éste país del que renegamos a diario, excepto, claro está, los 28 de Julio de cada año.

No puedo dejar de pensar qué hace a éste país tan especial que, a pesar de haber visto partir a muchos de sus hijos al extranjero, engendra en ellos unas ganas insuperables de regresar, no a un pedazo de tierra que los vio nacer, sino a su Perú querido.

Creo tener la razón al afirmar que Perú no sería Perú sin:

- Sus comidas: Estaré eternamente agradecido por el Arroz con pollo con Papa a la Huancaína, al Pollo a la brasa, al Lomo Saltado, al Ceviche, entre otras comidas nacionales, igual de exquisitas.
- Inca Kola, la bebida de sabor nacional, producida en Chile.
- Un gobierno "preocupado" solo por Lima, que no extiende sus brazos hasta el interior del país, donde muchas veces, por diversos factores como el friaje o la falta de control gubernamental, se llevan a cabo sucesos que bien podrían evitarse si se tuviese un verdadero gobierno descentralizado.
- Una Iglesia hipócrita y de mentalidad conservadora (por no decir "retrógrada").
- Aunque suene a publicidad, la creatividad e ingenio de su gente que todo lo puede hacer, y si no puede, tengo por seguro que podrá.
- Uno que otro tombo arreglador.
- Hermosas ciudades y paisajes que muchas veces no sabemos apreciar y cuidar.
- Pymes como las de Gamarra que, en gran parte, son las responsables de que éste pintoresco país siga a flote.
- Un pueblo que se junta los fines de semana para jugarse una pichanga, y luego jugarse un full-vaso.
- El humor y las palomilladas de su pueblo.
- Un pueblo que muchas veces subestima el talento de su propia gente.
- Gente que le demuestre al pueblo que se equivoca y que sí se puede dejar el nombre del Perú en alto.
- Sus personajes, famosos e infames como: Humala, Bayli, La Chola Chabuca, Tongo, La Tigresa del Oriente, Magaly Medina, Laura Bozzo, Paco Ferrer, entre muchos otros igual de notables.
- Un pueblo que se une, para celebrar con los amigos, la familia y unas "chelas bien helenas al polo campos" el orgullo de haber nacido en ésta tierra.

Por todo eso, gracias Perú. Siempre orgulloso de ti.

P.A. 54

En 13 años de colegio -como muchos de ustedes- yo también llegué a ver en mi libreta una nota escrita con lapicero rojo. El 2° de secundaria llegaba a su fin y yo había jalado un examen final pues no sabía nada de lo que se me preguntó. El profesor, muy buena persona, ofreció tomarme una recuperación, a la que nunca fui. Como producto de ésto, un rojo era obvio, un 10 lo mínimo que esperaba, pero... en ¿música? Pues sí, jalé con 10 el curso de música, en el que, por si fuera poco, enseñaban a tocar guitarra.

Siempre me ha gustado la música, y de hecho siempre me gustó la guitarra como instrumento. Sin embargo, jalé el curso, el examen consistía en hacer las 7 notas, en mayores y menores, y no las sabía. La recuperación se había programado para un sábado en la tarde, momento en el que el profesor ensayaba con el grupo folclórico del colegio, y como ya dije, tampoco fui.

Llegaron las vaciones de verano y aún no podía creer que me había dejado jalar en el curso de música, por lo que, por mis propios medios, aprendí a tocar, o al menos, eso intentaba. Chicharra, Betto y Daniel, entre otros, formaban parte del mencionado grupo, por lo que cuando nos juntábamos por las tardes, ensayaba con ellos algunas de las canciones que el profesor les había enseñado.

Esos 3 meses fueron largos, divertidos, útiles, pero también de escacez monetaria, pues, al ser chiquillos de 12 ó 13 años de vacaciones, no recibíamos mucho dinero de nuestros padres. Para tal problema, hicimos lo que mejor creíamos y todas las noches salíamos con nuestros instrumentos por las calles buscando algún lugar en el cual tocar, incluso llegando a la Alameda Chabuca Grande y al Jirón de la Unión, siendo cortésmente recibidos por los cascos azules. Aquella tarde fuimos acompañados por nuestro profesor, quien, al cabo de un par de horas, se fue por su cuenta. Al no querer perder lo que habíamos ganado, decidimos regresar a nuestras casas en un bus espacioso. Nos acomodamos en los asientos del fondo y regresamos tocando, y pagamos los pasajes con lo que, gentilmente, colaboraron los otros pasajeros.

El nuevo año comenzó e irónicamente terminé formando parte de la agrupación, a la que, en una presentación en el colegio, fuimos bautizados por el anfitrión como Proyecto Andino. El nombre nos pareció bueno y lo adoptamos como propio. El grupo duró un tiempo más y por salidas del colegio de algunos y término del mismo de otros, llegó a su fin.

Hoy, más de 5 años después, no sólo seguimos siendo amigos, sino también seguimos tocando, aunque optamos por otro género musical y por otros instrumentos. Los procesos cambiaron, ya no sólo aprendemos las notas y tiempos de otras canciones, sino que ahora también creamos propias.

De igual manera, aún cuando nos juntamos los 4, seguimos recordando a todos aquellos con los cuales alguna vez tocamos, tanto en Proyecto Andino, como en Utopía, y ahora en E54. Seguimos recordando anécdotas y situaciones y hasta, en algún momento, hemos prometido juntarnos una tarde, como antes, y volver a tocar esas viejas canciones sentados en una sala, con una vieja radio negra rectangular y grabarnos para después oírnos y reír como antes al hacerlo.

martes, 20 de julio de 2010

La cura es la locura

En una cantina, los ya tenues rayos del sol entran por las persianas y caen sobre una vieja mesa circular de madera en la cual hay dos personas hablando: un viejo y un joven.

"...No sé, a veces pienso que ya para qué".

"¿Para qué, qué?"

(Con gestos de molestia). "Para qué pues, para qué tanto esfuerzo si al final todo lo que construyes en años se puede ir al tacho en una noche? -Dando breves sorbos de su copa, el otro, lo escucha con atención. "Con el tiempo llegas a darte cuenta que la felicidad no existe, o que al menos no puede existir de manera constante" - proseguía.

"Eso depende de cómo veas la felicidad". - le responde, mientras enciende un cigarrillo "¿Para ti, qué es?"

(Colocándo bruscamente su copa sobre la mesa y fijando su mirada en los ojos de su interlecutor). "No sé, estar feliz pues, estar tranquilo, querer sonreir, querer salir, no sé, sentirme feliz".

(Risas) "Tranquilo, a veces es dificil explicar, ¿no? Mira, para mi, la felicidad es algo que se busca, y la sigues buscando aún después de haberla encontrado. Va y viene, igual que el amor. Lo ganas, lo pierdes, o simplemente aún no lo tienes, pero lo tendrás, no te desesperes. ¿Igual no dicen que lo último que se pierde es la esperanza?"

(Risas, a la vez que hace una seña al mesero con la mano, pidiéndole 2 copas más). "No me desespero, ni tampoco espero nada. Además, lo último que se pierde no es la esperanza, es la soledad. ¿Sabes por qué? Porque la esperanza la encuentras en cualquier cosa, en un cachorro corriendo, en un niño jugando en un parque. Pero la soledad es otra cosa. Después de la soledad no hay nada más, sólo eso, soledad. Y no hablo de sentirse solo por un día, sino de saber, ser consciente, hasta las lágrimas que, en adelante, tu mejor amigo será un espejo viejo y empañado en el que, día a día, verás cómo tu vida se va consumiendo porque el destino te dio la espalda o porque las personas que conociste no fueron las adecuadas".

De pronto, el mesero llega con las copas, y el primero busca dinero en el bolsillo de su saco. Saca un billete junto a un papel. Pone el billete sobre la mesa y acerca su vista al papel mientras el mozo se retira después de cobrar.

"El amor está en el aire" -dice el papel. Lo apoya sobre la mesa y lo acerca hasta su compañero para mostrárselo. "¿Sabes qué creo? Que el amor sí está en el aire, lo respiras, te intoxicas, y con el tiempo aprendes a vivir con él... o si eres lo suficientemente inteligente, aprendes a vivir a pesar de él."

"Tienes una forma particular de ver las cosas". -responde el otro. "Si estuvieses un poco más dispuesto a escribir tu historia día a día y no a darle final en una cantina de mala muerte... todo podría ser mejor. La edad no importa. Las personas que están, estuvieron, o estarán en tu vida, son solo personajes, tú decides quiénes son protagonistas de tu historia. De hecho, aún puedes decidirlo y escribir un mejor final".

(Encendiendo un cigarrillo) "Las cosas no van a cambiar sólo porque uno quiera. Lo único que puedes hacer cuando las cosas estan mal es tratar de cambiarlas, resignarte o volverte loco por tanta mierda. Y tratar de cambiarlas no siempre resulta, al contrario, terminas cagándola más así que, o te resignas y sigues con lo que te queda, o te vuelves un loco de mierda. -El otro, sacando de su saco una pequeña botella de ron, la vierte sobre su copa ya vacía, escuchando con atención lo que su compañero le comenta.No dejas se sentirte solo porque sí, ni a sentir que te aman de la nada. ¿Acaso vas a ser esperar que la gente cambie, que los tiempos sean otros y que todo mejore?"

"Ves la vida como si fuese un mal o una enfermedad".

"Creo que sí, es como una enfermedad, y sin cura, ¿entiendes? Y tú piensas que todo se puede solucionar. ¡Loco de mierda!"

El viejo, muy seguro de sí mismo, coge su sombrero, seca su copa y acercándose al joven, le susurra al oído: "La cura es la locura".

martes, 6 de julio de 2010

Tal vez

Tal vez sea que una de las primeras cosas que aprendemos al nacer sea a reír, para saber lo que es llorar.

Tal vez sea que una de las primeras cosas que aprendemos al nacer sea depender de alguien, para saber lo que es sentirse solo.

Tal vez sea que una de las primeras cosas que aprendemos al nacer sea la frustración al no encontrar lo queremos, para aprender a apreciarlo cuando lo encontremos.

Tal vez sea que una de las primeras cosas que aprendemos sea a caminar... para saber lo que es caer, y para saber lo que es levantarse.

Tal vez sea que una de las primeras cosas que aprendemos mientras crecemos sea a admirar, para aprender a sentirnos decepcionados.

Tal vez sea que aprendemos a querer, no para odiar, sino para aprender a hacerlo.

Tal vez sea que aprendemos a sonreír a las personas al conocerlas, para aprender a llorarlas al verlas partir.

Tal vez sea que que nunca terminamos de aprender, sino que creemos saber lo necesario para vivir, para no sentirnos tontos al aprender lo necesario para hacerlo.

Detén el tiempo

"No se qué pasó, pero ayer era la tarde del verano del 96.
¿Qué nos sucedió? ¿No te acuerdas esas tardes en la calle haciendo nada?
Crecimos, hicimos todo lo que había que hacer..."

Hace algunos días no pude evitar la nostalgia y me rendí ante mi viejo Super Nintendo. Jugué los clásicos Super Mario World, Street Fighter II y Final Fight. Días despues de haber recuperado mis viejas habilidades para el "vicio", dejé por unos minutos mi mando y me acerqué a mi computadora para reproducir algunas canciones.

Mi hermano mayor, de 29 años, regresaba de trabajar y entró a mi cuarto para saludarme. Notó que tenía el Super prendido y se acercó a ver qué estaba jugando. Mi cuñado, también de la misma edad, hacía lo mismo y se acercaba para ver qué pasaba.

De pronto, en menos de 3 minutos, los dos se encontraban jugando y diviertiéndose como cuando tenían 15 años, como cuando el Super Nintendo era el boom del momento. Ambos se conocen desde pequeños, y si no me equívoco, llevan más de 20 años siendo amigos.

Viéndolos jugar recordé que de niño yo me sentaba a un lado de ellos y me preguntaba cómo hacían para jugar tan bien y hacer los Hadoken, para poder volar con Yoshi, de hecho, para pasar sin dificultad cualquier juegos que llegara a sus manos.

Al pensarlo bien, y por un momento, los 3 retrocedimos casi 15 años en el tiempo. Ellos volvieron a ser dos chiquillos viciosos, y yo, un niño que quería jugar tan bien como esos dos chiquillos viciosos. Para que la regresión se completara, hice sonar canciones que sabía eran sus favoritas de jóvenes, y con las cuales yo crecí -1979, Californitacion, Freak on a leash, Smells like teen spirit, Enter sandman, entre otras.

Sin embargo, como en cualquier generación, no sólo llegan a tus oídos tus canciones preferidas, sino también aquellas que perduran en tu memoria, no tanto por su calidad musical, sino por lo que representan: recuerdos. Gracias al Gato Volador y a los Cuentos de la Cripta, el viaje en el tiempo fue un éxito y los tres tuvimos 15 años menos por al menos una hora.

Con un poco de suerte, podré hacer lo mismo en 15 años y jugar algún videojuego de hoy escuchando algunan de mis canciones favoritas, y si es posible, tal vez algún reggaeton o latin pop.

viernes, 21 de mayo de 2010

Todos bajo el mismo cielo

Alvaro forma parte de lo que comúnmente podría llamarse, la clase media alta limeña. Vive en San Miguel, en una zona agradable y segura. Estudia en una universidad privada, y por lo general, el último sábado de cada mes se juntaba a almorzar con un grupo de amigos en casa de uno de ellos, en La Molina, para jugar al póker y tomarse algunos tragos.

Un sábado que se supone se llevaría a cabo dicha reunión, por diversos motivos, sus amigos amigos no podían y, al ser casi un ritual, Alvaro no tenía ningún otro plan, por lo que se quedó en casa, aburrido, y prendió la PC para matar el tiempo. Como si su suerte fuese poco, no había nadie con quién hablar... hasta que se conectó un viejo amigo de colegio, que por motivos económicos se había mudado de barrio a una zona más humilde.

-Manolo, a los años.
-Habla, broder, ¿qué tal? ¿que planes pa´ más tarde?
-Nada pes, acá, aburrido.
-Oe, vente entonces, acá vemos qué hacemos.
-Puta, ya pes, te caigo en media

Habían pasado algunos años desde su última visita, pero la fachada de la casa no había cambiado, al menos no de una manera notable, según recordaba Alvaro. La puerta era la mima, estaba hecha con rejas pintadas de negro, con un grueso vidrio rasposo que causaba dolor en los nudillos al tocar, pues, lo que debía ser el timbre, era un agujero en la pared con uno que otro cable salido.

Manuel, o "Manolo", como lo conocían en su barrio, abrió la puerta. Vestía un bividí blanco algo percudido y una bermuda negra notablemente gastada, probablemente por las constantes lavadas. Alvaro, algo nervioso, lo saludó con el típico: "Habla oe, ¿qué tal?" Manolo lo invitó a pasar, y después de conversar un poco, Alvaro propuso ir a comprar unas cervezas. Manolo aceptó y fueron juntos a una tienda cercana a la comisaría.

-Seño, media cajita de chelas - pide Manolo
-Solo me queda Franca, 20 soles la media.
-Ya pes - asienta Manolo
-Francamente usura, tía- murmura Alvaro mientras colocaba un billete de 20 en el mostrador.

De vuelta en casa de Manolo, ambos se sientan sobre un viejo mueble cubierto por una sábana floreada y destapan la primera cerveza.

-Ah, qué rico, carajo - celebraba Manolo.

A pesar de ir por la cuarta cerveza, Alvaro seguía sintiéndose incómodo. Cada cierto tiempo, dirigía su mirada alrededor de la habitación como analizándola. El reloj marcaba las 4.15.m. cuando oyen que alguien toca la puerta. Al mirar hacia la puerta, logran ver a través del vidrio, dos siluetas de hombres. Eran dos amigos de barrio de Manolo, los cuales son invitados a pasar a la sala, y son presentados con Alvaro. Se llamaban Jonathan y Julio.

Manolo les contaba a sus amigos lo cague de risa y lo buen pata que era Alvaro en el colegio, ganándose así el respeto de los recién llegados. Como es lógico, Alvaro se sintió halagado, logrando así sentirse cómodo, dejando los nervios de lado y participando de la narración de anécdotas que contaba Manolo sobre las palomilladas y gileos que aplicaban con gran destreza sobre las chicas del colegio.

El respeto, y casi admiración que Jonathan y Julio empezaban a sentir por Alvaro, se acrecentó al saber que estudiaba en una univerdad particular y que, al tener la misma edad que ellos, ya estaba a un par de ciclos de terminar la carrera. La conversación parecía no llegar a su fin y los muchachos ya veían próximo el atardecer con dos cajas vacías de cerveza en la sala.

Jonathan y Julio empezaron a hablar de cosas que Alvaro no terminaba de entender.

-Pero acá ni cagando pes, si viene la vieja de Manolo nos caga.
-Entonces vamos a mi techo pe carajo, tanta huevada por un poco de humo, prendemos incienzo y no pasa nada.
-Ya ps, vamos, como quien ve el atardecer ¿no? - en medio de carcajadas cómplices.
-Oe Manolo, ¿vamos?

Manolo, mirando a Alvaro como esperando alguna reacción suya para formular su respuesta, es adelantado por él, quien se paraba de su asiento de a pocos, notablemente ebrio, al igual que los demás dirigiéndose a los demás "Vamos ¿no?"

En el camino a casa de Julio, compraron 4 cervezas más y subieron hasta el techo. Se metieron a un cuarto sin tarrajear, con un colchón tirado en el suelo y con ropa distribuida aleatoriamente por todo el lugar. Julio y Alvaro se sentaron sobre el catre, y frente a ellos, sobre polos y pantalones, se sentaron Jonathan y Manolo. Los papeles se habían inviertido, y ahora Alvaro parecía ser el confiado seguro, mientras Manolo estaba notablemente nervioso.

Julio cogió un jean que estaba tirado sobre el suelo, y del bolsillo sacó 2 rizlas marrones. Con sabor a chocolate todavía, pa los ansiosos - bromeaba, mientras Alvaro miraba expectante cada movimiento.

Manolo en un afán de ¿cuidar? a Alvaro le dice: "Oe, si no le entras, normal, no hay roches". "Tranquilo pes, tampoco vivo en un convento", respondía Alvaro. Jonathan y Julio reían burlones, y Manolo, tras escuchar la respuesta de Alvaro, estalló en risas y abrazándolo dijo a sus amigos: "Este es un conchasumadre, mi pata de años pues huevones, antes jodiamos a las flacas, ahora estamos jodidos por flacas, pero qué chucha, estamos acá ¿o no? con los patas, con unas chelas y con el vacilón ¿si o no?"

El sol prácticamente se había ocultado, y los 4 amigos se encontraban en un círculo, tomando cada uno, de pico, las cervezas que habían comprado antes de llegar, dando largas pitadas, liberando un humo blanco y penetrante en medio de risas y jadeos, prometiendo repetir aquella inolvidable reunión todos los últimos sábados de cada mes.

sábado, 17 de abril de 2010

Lo que nunca podrás dejar atrás

Y es que veces, resulta imposible ver viejas fotografías y no hacer el juego mental de recrear lo que pasó antes, durante y después de ellas. Después, casi por defecto, aflorarán más y más imagenes relacionadas al suceso, esbozando en ti una leve sonrisa o, en algunos casos, una efímera molestia que terminará convirtiéndose en una leve sonrisa pues lo que en ese momento pareció tan trascendental, puede que hoy ya no lo sea.

Antes las cosas eran más sencillas, ¿no lo crees? Es cierto, la máxima preocupación que tenías era el no jalar un exámen bi(tri)mestral. Vivias una vida rutinaria casi perfecta. ¿A quién no le gustaba llegar todos los días por la mañana, sentarse con la misma persona 8 horas a escuchar clase, conversar en voz baja y de vez en cuando reirte a carcajadas con alguna ocurrencia en la situación menos esperada.

-Alumno, usted está copiando?
-Na profe, tranqui, estoy corroborando respuestas nomás.

Puedes haber terminado el colegio hace algunos meses, o puedes tener 80 años, pero lo que siempre tendrás presente son "esos momentos", estos momentos:Los primeros pasos con el alcohol y el cigarro que diste con tus mejores amigos en los parques, en casas, en calles, incluso, si fuiste un palomilla sin remedio, dentro del mismo colegio. Las llamadas de atención de los "viejos" al enterarse que un mocoso que ni siquiera sabía limpiarse bien el trasero se había emborrachado el fin de semana en una fiesta en la que todos bailaban siguiendo una coreografía establecida por los grupos de moda.

Cuando ibas a las reuniones de padres de familia sólo para encontrarte con tus amigos y perder el tiempo las 2 horas que duraban dichas reuniones, acto seguido ser gritoneado o castigado pues esa reunión fue para entregar libretas y entender que no plagiaste bien.

Es un hecho seguro, todos queríamos salir del colegio, dejar de usar uniforme, cumplir los 18 y empezar a vvir como en las novelas. pero, admitámoslo, también es un hecho seguro que muchas veces hemos deseado, con toda el alma, volver a usar ese uniforme que, sin roche alguno, aún conservamos todo empolvado en algún rincón de nuestras casas. Carajo, cómo extrañas copiar todo lo que decía el libro y luego comprar un par de láminas que adornen o minimicen tanta letra para luego ver tv por la tarde y descansar o salir con tus amigos por la noche.

¿Y qué me dices de la verbena? Sí, quién no las extraña. ¿Quién no extraña sentir la cuasi presión de ser adulto al tener que estudiar por las mañanas y ensayar por las noches para ganar un concurso que, visto desde hoy, resulta no ser muy importante, pero que en su momento, te hacía dar todo de ti.

Cómo olvidar que te quitaban puntos por llegar tarde, pero que no te los subían por llegar temprano, Cómo olvidar que comunicaban a tu familia que hiciste algo malo, pero que no lo hacían cuando sacabas un 20 (obtenido de un buen plagio, pero un 20 es un 20).

Parece toda una vida el tiempo que llevas fuera del colegio, el tiempo que llevas sin lustrar tus zapatos, sin poner y quitar cuadernos de tu mochila dependiendo de qué cursos te tocaran. Parece toda una vida el tiempo que llevas sin hacer chacota en los recreos y comprar un par de galletas con una Chiki para aguantar hasta la salida. Ahora, hay que aprender reglas que nadie te ensañará, hay que lidiar con un mundo del que muchas veces puedes no sentirte parte. ¿Querías ser adulto? Toma!

Cuando crees que tu vida está cambiando, estás en un grave error. ha cambiado mucho tiempo antes y no te has dado cuenta. Nuestras vidas cambiaron en el momento en el que salimos al mundo a vivir a en él. Sin embargo, eso no quita el hecho que, tanto a ti como a mi, nos guste ver de vez en cuando una que otra foto con aquellas personas que, en gran parte, son los culpables de lo que somos hoy.

Y es que todo esto es lo que nunca podrás dejar atrás.

sábado, 3 de abril de 2010

Qué cursi

Está bien, lo admito, no he dejado de leer, una y otra vez, casi hasta el hartazgo, todo aquello que me recuerde a ti, cada detalle hecho a mano, cada mensaje, cada mail, cada frase cursi en mis cuadernos, analizando cada palabra, como si al momento de escribirlas, tú hubieses hecho lo mismo. Sí, claro.

¿Sabes qué es lo peor? Que no hago diferencia entre los buenos o malos recuerdos. Para mi, todos son especiales porque estás tú en ellos. ¿Qué tonto no? Sí, lo sé, a veces esto de enamorarse nos pone un poco cursis, o como decimos a veces mientras peleamos, nos vuelve idiotas.

jueves, 4 de marzo de 2010

En una galaxia muy, muy cercana.

Tenía 9 años cuando fui al cine con mi papá y mi hermano a ver el reestreno de la historia que hasta hoy sigue siendo una de mis preferidas, sino la preferida. Recuerdo que en la cola para entrar a la sala, mi hermano trataba de explicarme a grandes rasgos de qué trataba la película, quiénes eran los personajes, y sobre todo, hacía un gran esfuerzo por explicarme en qué consistían los poderes de un Jedi.

La historia me pareció increíble: a lo largo de la historia era testigo del bien, el mal, la amistad, el amor, los secretos, las verdades. Tenía ante mi el clásico cuento de niños sobre un chico normal que de la noche a la mañana se vuelve el salvador de todo, y que tiene que enfrentar sus miedos y a un gran enemigo para cumplir su destino, pero eso sí, un cuento de niños ambientando en el espacio con espadas y armas láser, y personajes increíbles con habilidades, virtudes y defectos aún más increíbles.

Años más tarde estrenarían una nueva trilogía, pues como saben, se estrenaron primero los episodios IV, V y VI, dándonos así, un final, pero no un comienzo, al menos no uno que pudiéramos conocer en su totalidad. En el ´99 se estrenaría Episodio I, dándonos así el origen de la historia, remontándose a cuando el villano de la historia era sólo un mocoso de 9 años.

En el 05 llegó a nuestra cartelera la última entrega de ésta segunda trilogía, y fue en ese año que decidí desenpolvar mis viejos juguetes y hacerlos parte de mi habitación como una suerte de recordartario a nunca dejar envejecer, y mucho menos dejar morir, lo que realmente interesa: el alma.

Mi sobrino, hoy tiene ya 6 años y aprovecha cada uno de mis descuidos para, con la mayor discresión posible, entrar a mi habitación y ver cada uno de mis juguetes y preguntar cómo se llaman y si son buenos o no.

Hace algunas semanas, haciendo zapping, vió en Cartoon Network la serie animada de Las Guerras Clones (éstas guerras forman parte de la historia de Star Wars y son una transición entre los capítulos II y III). Desde ese momento, no ha dejado de pedirme que le haga ver las películas y de intentar memorizar nombres como Obi Wan, Anakin, Padme y Yoda, con el cual, a mi parecer, se asemeja un poco

Aún no ha visto las 6 películas, pero sí las que muestran cómo un pequeño niño puede crecer y tomar el camino equivocado, y volverse, de la noche a la mañana, como él dice, malo. En los días que vienen terminaremos de ver la historia completa y verá cómo alguien malo puede, al final del camino, tomar la decisión correcta y tratar de reivindicarse. Tal vez sea el primer claro ejemplo de redención que tenga frente a sus ojos, y quiero estar ahí.

Nunca pensé que a tan corta edad, un niño pudiese entender, o en todo caso, querer entender una historia de 6 películas y una trama tan, si bien universal, llena de ideologías y consecuencias. Me parece asombroso cómo su atención se centra, no en las coloridas peleas con sables rojos y azules, sino en detalles como la justificación de los personajes respecto a sus actos, pasando por cosas más básicas como la vestimenta negra del "malo" o la vestimenta "blanca" del bueno. Hoy comprendí que cada nueva generación es más inteligente que la anterior, viene más preparada y propensa a analizar las cosas y a querer descubrir todo. Tal vez, su mamá tiene razón cuando dice que Joaquín se ha pasado al lado oscuro.

lunes, 1 de febrero de 2010

Momentos

Ya amaneció. Los fuertes rayos del sol se abren paso fácilmente a través de la vieja cortina cuyo única misión de impedir el paso de éstas se ve burlado con total descaro. Encuentra increiblemente molesto el hecho de ser despertado por ésta luz cegadora que cae sobre su abrumado y aún somnoliento rostro, y no por el reloj/despertador que descansa sobre su mesa de noche. "¡Carajo!, balbucea. Es hora de despertar para seguir odiando febrero. De hecho, es hora de despertar para seguir odiando el verano.

Casi por inercia y como si fuese un robot programado prende su tv y sintoniza a la gordita burlona del 4 dando las noticias más relevantes del espectáculo, esperando que sean las 9 solo para ver una de las tantas repeticiones de una de las tantas series que le gusta ver por cable.

Ya hace tiempo que no escribe nada y desde hace días viene buscando algo sobre qué escribir. Es hora de concentrarse y buscar un tema interesante, pero primero, el desayuno. Después de algunas horas, y eventualmente, días, buscando un tema, ya se vió las 5 temporadas de La Liga de la Justicia, y todavía no llega a nada concluyente.

Cuando decidió finalmente sentarse a pensar un tema y tener un post nuevo en su blog en un plazo no mayor de dos horas, no encontró mejor excusa para no hacerlo que jugar al "más ... que ..." con dos amigos.
  • Más faltoso que negro queriendo broncearse.
  • Más aburrido que monja en discoteca.
  • Más perdido que Papá Noel en 28 de julio.
  • Más ahuevado que Adán en el dia de la madre.
  • Más angustiado que arrecho sin manos.
  • Más triste que pavo en navidad.

Horas más tarde, solo, frente al monitor, sigue aún sin saber qué hacer y empieza a escuchar canciones para despejarse y cuando posiblemente alguna buena idea podía surgir, ocurrió algo inesperado. A sus oídos llegó una nueva canción de Chabelos. Dios lo proteja y no lo deje morir de un ataque de risa.

"Temprano he despertado, no sé lo que ha pasado, estoy abanderado, me he levantado al palo. La t*o*a me ha crecido, sale del calzoncillo, no sé que ha acontecido, al palo he amanecido. No puedo ni mear, la tengo que bajar pa´ poder embocar y así no salpicar..."

Ya está cansado de mirar a todas las cosas que lo rodean sólo para ver si así algo se le ocurre, y como ha venido sucediendo hasta ahora: NADA. Sabía que ésto podía pasar al crear un blog, sabía que podía quedarse sin temas y que por más que se pase días enteros pensando, no llegaría a nada.

El día llegó a su fin al comprender que mañana todo será igual, o, con un poco de suerte, no tan cagado, y que al menos podrá escribir algo que, con suerte, hará reír a uno que otro tonto como él. Es hora de dormir para descansar y mañana seguir odiando febrero. De hecho, es hora de dormir para descansar y mañana seguir odiando el verano.

miércoles, 20 de enero de 2010

Por última vez

¿Y qué pasaría si mañana te mueres? ¿O me muero yo? ¿O, a la mierda, nos morimos todos? La otra noche soñé algo parecido y desperté cagándome de miedo, no a morir en sí, sino a morir sin antes haber hecho todas las cosas que me hubiesen gustado hacer antes de.

Admitámoslo, a todos nos gustaría saber cuándo moriremos, no para vivir estresados buscando la forma de seguir viviendo, sino para que la muerte no nos agarre desprevenidos con una lista llena de cosas por hacer.

Si la muerte hoy me dijera que mañana moriré irremediablemente… le diría que está bien, que regrese a buscarme cuando sea el momento, pero que, mientras tanto, me deje solo para terminar algunas cosas pendientes.

Llamaría a mi papá para decirle que voy a verlo, que voy también para ver a mis abuelos. Antes de salir de casa, cogería de mi librero el Gokú SSJ4 que tanto quiere mi sobrino y se lo regalaría… “Ya regreso, cuídense”.

Ya con mi viejo, por última, y de hecho, por primera vez, me gustaría sentarme con él a tomar un par de cervezas y agradecerle por todo lo que pude haber sido, porque de haber tenido el tiempo para lograrlo, se lo hubiese debido a él. Me gustaría decirle lo mucho que lo extrañaría y lo mucho que lo quiero, contarle mis cosas, que me cuente las suyas, y así hacer honor a la promesa que alguna vez hicimos de ser buenos amigos.

Aceptaría la invitación a almorzar de mis abuelos y me sentaría a comer los tallarines rojos que mi abuela me promete cocinar cada vez que hablamos con tal de convencerme de pasar un rato con ellos. Lo que ella nunca sabría es que no aceptaría los tallarines por eso, sino por escuchar a mi abuelo decirle lo que alguna vez le dijo mientras almorzábamos los tres: “Gorda, qué bonita eres, carajo”.

Antes de irme de la casa de mi viejo mandaría un mail citando en cualquier lugar a todos mis amigos: colegio, barrio, T, Letras, facultad, universidad y también a los que conocí fuera de estos lugares: me gustaría verlos, hablar con ustedes un rato mientras nos tomamos unas chelas.

Después de enviar el mail, y por última vez, organizaría un ensayo/tocada con todos los amigos que pueda y nos encerraríamos en la sala a tocar acompañados de todo el trago posible. Por última vez, para verlos ebrios.

Es tiempo de ver las caras que tengo que ver para poder estar tranquilo. Es tiempo de reivindicarme con todos ellos por todas las veces que les fallé, por todas las veces que no pude estar ahí, y que hoy, conchudamente, me atrevo a pedirles que estén ahí para mi.


"Te acuerdas cuando…” “Y entonces…” “Estábamos ebrios…”. Recordaría todos los buenos momentos que alguna vez pasamos y cuando haya cumplido mi cometido, los dejaría tomando unos tragos y conversando entre sí, hasta el punto de probablemente hacerles olvidar el por qué están ahí, total, nadie está para fijarse si me fui o me quedé.

Por último, y por última vez, me sentaría con mi enamorada a ver tv mientras comemos algo y tomo una Inca Kola helada. Después de comer, cogería mi guitarra, tocaría cualquier canción y luego la abrazaría, le diría un beso y me echaría a dormir a su lado esperando despertar y darme cuenta de que todo fue un sueño.

domingo, 17 de enero de 2010

6 SÍ. 7 NO: SER EMO

1.- Tengo el cabello lacio y me gusta tenerlo largo: Lo cual garantiza un excelente peinado con cerquillo que me haga andar por el mundo viendo todo con un solo ojo al más puro estilo de mi perro Ralph.
2.-Soy de contextura delgada: lo cual garantiza que pueda usar los jeans de mi hermana o enamorada, acompañados de polos rosados y verme como el ser más andrógino del mundo.
3.-Me gustan algunas de las canciones de Kendall, La última fotografía, Alessana, My Chemical romance, etc.
4.-El Parque España es un buen point para juntarme a tomar unos tragos con mis amigos.
5.-Más de una vez la gente me ha preguntado si soy o no soy… emo.
6.-Tengo la piel delicada, por lo que, al más pequeño raspón o rasguño empiezo a sangrar, sin mencionar que tengo una mala cicatrización, por lo que mis cicatrices serían notoriamente visibles para acompañar mis historias sobre que me corté porque la combi demoró en pasar.


1.- Debe ser todo un problema encontrar ropa negra-morada-rosada en la sección de niños de los centros comerciales.
2.- No me gustaría caminar por la calle con mi enamorada y parecer su hermana, o peor aún, que somos una pareja de lesbianas.
3.- No me gustaría ser perseguido por hordas de metaleros o punkekes sedientos de mi sangre rosada/morada.
4.- No podría vivir al estilo emo de “nadie me quiere, todos me odian, mejor me como un gusanito”.
5.- Ver sangre me pone nervioso y me da mareos, así que no podría cortarme satisfactoriamente con mi galleta de soda.
6.- Sería un mal elemento que aprendió a escuchar canciones desde Jesse y Joy hasta The Beatles, pasando por Diazepunk, Chino & Nacho y Falsas Intenciones.
7.- Por último, y tal vez el motivo más importante: No podría sobrevivir ni respirar con ropa tan apretada, sobre todo en verano donde usar polos talla 16 y pantalones talla 26 es casi lo mismo que causarle a mi entrepierna la muerte por asfixia.

Son más los motivos que me impiden ser emo, por lo que, seguiré siendo el híbrido que soy. Hey, al menos lo intenté.