lunes, 3 de octubre de 2011
Lunes
Y mientras la piensas, coges tu vieja guitarra acústica, con sus aún más viejas cuerdas de metal, que alimentan su síndrome electroacústico… y con un Do mayor intentas recordar alguna canción que grite en silencio lo que sientes...
I´m sorry that it took so long to write this song
but I gave up
You see, one million words can't describe how it feelsto know your love…
Pero algo anda mal, y entiendes que esos versos no son para ti, porque no son tuyos… Entiendes que lo que mejor refleja lo que sientes sí son las canciones, pero esas que tú mismo escribes y cuyos versos vomitas buscando la tan esquiva introspección.
Con algo de timidez cambias el orden de las notas y sacas de un cajón un pedazo de papel y un lápiz mal tarjado que empieza a dibujar, letra a letra, verso a verso, eso que cada día le dices de mil formas, intentando encontrar una forma más:
Lamento que me haya tomado tanto tiempo escribir esta canción…
Pero quería tener las palabras exactas.
Y verás, tengo tantas cosas que decirte, que todas mis palabras nunca bastarían
Pero al menos puedo intentar buscar las adecuadas.
Y es que contigo quiero todo y para siempre
Bien y no tan bien, para siempre.
Prometo una sonrisa en tus manos al cruzarse con las mías.
Prometo atardecer tus días con mi hombro como almohada
Y despedir mis noches con tu voz.
Y es que contigo quiero todo y para siempre
Bien y no tan bien, para siempre.
Prometo recibir mis mañanas con tu sonrisa
Y vivir mis días enamorado de tu amor.
Y yo, por ahora, solo quiero que me prometas un mañana
Porque sin un mañana, no podría prometerte nada.
Y es que contigo quiero todo y para siempre
Bien y no tan bien, para siempre.
Y escribes rápidamente para no olvidar ningún verso, ninguna palabra, ninguna tilde ni ninguna intención, porque cuando se trata de ella –y para ella-, todo es importante y todo debe ser perfecto, pero sobre todo, buscas en tus versos la perfección que tú no tienes y que probablemente nunca alcanzarás.
miércoles, 20 de julio de 2011
Porque...
Porque no quiero estar aquí… ni allá, porque sólo quiero estar y sentir.
Porque es difícil mantener la fe, más aún cuando ni siquiera sabes qué es.
Porque cuando la migraña deja de serlo, se vuelve una molestia más, sumada a eso que -una vida después- no sabes cómo llamar, porque ni siquiera sabes cómo describir.
Porque sabemos –o creemos- que algo malo pasa -o pasará- cuando aparentemente nuestros oídos se agudizan y podemos escuchar el beat de nuestros corazones, cuando lo que en verdad se intensifica, no es nuestra capacidad auditiva, sino ese beat cardiaco capaz de crear una melodía de nostalgia, decepción, tristeza y/o miedo, volviéndose un réquiem cuando las mezcla sin compasión.
Porque cada vez que me dices “Deja de caminar si no sabes a dónde ir”, mi respuesta siempre será: “Prefiero caminar y perderme, que quedarme quieto sin saber en dónde estoy”.
Porque, como tú, yo también he dibujado tristezas con las manos desnudas y no he tenido el valor para borrarlas, porque ni siquiera he tenido el valor para intentar hacerlo.
Porque, como tú, yo también he visto congelarse infiernos con sólo una mirada y he pasado de sentir frío a sentir calor en menos de lo que dura un pestañeo.
Porque una canción, una sonrisa, e incluso un recuerdo, pueden no ser suficientes para ser feliz, o a veces, pueden ser lo único que se necesite para serlo.
Porque esto termina como puede terminar cada uno de tus días, contigo en una cama, en soledad, con un par de ideas rondando tu cabeza, preguntándote por qué.
viernes, 24 de junio de 2011
Cuando estás conmigo...
Nunca antes había sucumbido ante ti, al menos había hecho todo lo posible para no hacerlo, pero mis eternos esfuerzos parecieron no ser suficientes. Caí, y por más que siempre creí que en éste fatídico –y antes hipotético- caso lograría escapar de tus garras con facilidad. Ahora entiendo que no es así, que no lo es para nada.
Cuando estás conmigo, no puedo pensar, no puedo hacer nada bien, porque lo único que pienso –y que quiero- es estar debajo de unas cálidas sábanas tratando de dominarte, cuando, en realidad, eres tú la que hoy me domina.
Sí, así es, porque cuando estás conmigo, innumerables son las hojas de papel higiénico que utilizo para limpiar las secreciones que me haces producir. Sé lo que piensas, pero no siempre hay dinero para comprar los tissues del cachorrito ese, aunque a veces esa falta de dinero implica cierto ardor al momento de…
Cuando estás conmigo, son esquivos los deseos de una cerveza con mis amigos o de un buen pucho bajo la lluvia. Nada de eso resulta atractivo cuando estás conmigo, pero eso se acabó. Pensé que el tiempo me curaría de ti, pero no fue así, no lo fue para nada.
Pero no te preocupes, o mejor dicho: preocúpate, porque la solución a mi problema –a ti- resultó ser aquella pastilla de la que todos hablan. Adiós compañera no deseada, adiós gripe. Hola Nastizol.
miércoles, 20 de abril de 2011
Lima
Y él, para variar, normalmente no era el más conveniente” Lima - La Forma.
Es miércoles por la noche, y desde el interior de la casa se oyen gritos, insultos, balazos y sirenas policiales. Guille y Mario se abrazan y buscan la protección de su madre, quien intenta calmarlos diciéndoles que no se preocupen, que todo estará bien.
A la mañana siguiente muy temprano, camino al colegio, Guille y Mario notan en las esquinas y veredas de su calle vidrios rotos, gotas de sangre y un inconfundible olor a violencia, a desgracia y a muerte.
- Mami, ¿por qué hay gente mala? – preguntaba Guille mientras se acomodaba la mochila.
- Porque seguramente sus papás no estuvieron con ellos de chicos o porque si estuvieron no los supieron criar – respondía con tímida convicción.
Aquella conversación con su madre sería la que más recordaría en un futuro. Guille tiene 8 años, vive con Carmen, su madre y su pequeño hermano Mario, de 3 años. Su padre trabajaba en provincia y viajaba a Lima para verlos una o dos veces al mes y enviaba mensualmente una cantidad de dinero para el sustento de su familia.
Una tarde, su madre salió a recoger un giro enviado por su padre y dejó a Guille al cuidado de Mario. Entrada la noche, mientras ambos niños jugaban, llamó a la puerta un sujeto de unos 40 años, robusto y con semblante apático. Pero no fue ninguna de estas características la que llamó más la atención de Guille, sino el hecho de que este hombre estuviera uniformado.
Desde entonces, aquella hasta entonces disfuncional familia, lo fue aún más. El padre de ambos renunció a su trabajo en provincia para poder viajar a Lima y cuidar de sus dos hijos, ver los trámites del entierro de su esposa y buscar un trabajo que lo ayude a seguir manteniendo a sus dos hijos. Las cosas no fueron fáciles, el dinero ahorrado era poco y se tuvo que gastar en el sepelio de Carmen. Sin embargo, desde entonces y en menos de un año sin trabajo aparente, el padre de ambos niños empezó a llevar una mejor calidad de vida a casa.
Guille nunca preguntó, nunca quiso hacerlo, por miedo a la verdad, o para no tener que mentir cuando se le preguntara, o simplemente tal vez porque la pasaba demasiado bien como para preocuparse por qué.
Una noche, mientras ambos niños jugaban esperando a que su padre regresara con la cena, llamó a la puerta una imagen conocida, un policía. No recordaban si era el mismo de un año atrás, no importaba si lo era, lo que importaba era por qué estaba ahí.
Nuevamente guiados a la comisaría, un capitán intentaba explicarles que su padre estaría, nuevamente, un tiempo fuera de la ciudad y que ambos serían llevados a un albergue. La verdad era otra, su padre había sido intervenido y reconocido como un micro contrabandista de drogas por lo cual se le abriría un proceso penal que seguramente lo enviaría a la cárcel unos años.
- Guille, ¿por qué hay gente mala? le preguntaba Mario mientras eran llevados al albergue.
- Porque si no hubiera, nos hubiésemos muerto de hambre – respondía Guille, con una mirada capaz de congelar el infierno.
viernes, 8 de abril de 2011
"Lo sé"
¿Sabías que creo que la felicidad son sólo momentos efímeros que buscamos prolongar día a día? Pues sí, porque nadie puede sentirse feliz todo el tiempo. Y ¿sabes? Tú eres mi felicidad, y aunque suene ilógico, tal vez no puedas hacerme feliz todo el tiempo, pero eres la única que puede hacerme feliz.
Entonces, ¿si jugamos a ser felices? No, espera, tengo una mejor propuesta. ¿Y si mejor jugamos a hacernos felices? Así como empezamos a jugar sin siquiera darnos cuenta. Así como hasta ahora lo venimos haciendo y así como querremos jugar siempre.
Gracias por los detalles, por los abrazos, por las jaladas de cachetes, por los codazos, por los besos, por los “ay, qué huevas eres” y sobre todo por todas esas veces que me has dicho, sin decirme, que me amas.
jueves, 24 de marzo de 2011
Soundtrack
El día transcurrió con aparente normalidad y la expectativa fue agonizando hasta caída la noche, en la que irremediablemente murió y Diego se veía camino a casa a bordo de un taxi. Buscaba al parecer ese “no se qué” al mirar por la ventana del vehículo mientras las calles pasaban velozmente una tras otra mientras recordaba aquella vieja canción con la que había iniciado su mañana.
Bajo las luces y la melancolía de la ciudad encontró entre tanta gente perdida, un rostro conocido, un nombre de la adolescencia y un amigo inolvidable: Daniel. Casi por inercia, sacó de su billetera un Valdelomar, y dejándolo caer en manos del conductor bajaba presuroso del taxi.
- Huevón, a los años. ¿Qué es de tu vida?
Daniel tardó unas milésimas de segundos en reconocer a ese amigo al que no veía hacía más de 7 años pero cuando lo hizo, el mundo pareció retroceder hasta cuando terminaron la secundaria.
- Trabajo acá en Angamos, a 4, 5 cuadras. ¿Tú? ¿Qué es de ti?
- Nada, me estaba yendo a mi casa pero como vi un pata con cara de huevón, te reconocí y me bajé.
Caminaron unas cuadras y el destino lo dijo todo. Semáforo en verde, el sabor del fuego consumiéndose con cada bocanada y una calle llena de bares. La noche era una rubia vestida de verde que se encargó de aflorar los mejores recuerdos de probablemente la mejor época de sus vidas.
- ¿Qué fue lo que le escribiste a Karen? ¿Te acuerdas? – preguntaba Diego con un tono burlón.
- “Las mañanas sonríen cuando tus ojos las iluminan con su brillo”.
- (risas) Con ese floro con razón te mandó a la mierda.
- (risas) Sí huevón, uno pensando como idiota algo bonito para que una “super golfa” como ella venga una y me cancele.
Diego había estallado en risas al recordar que en su adolescencia, el término “super golfa” era el calificativo que usaba Daniel para todas mujeres que lo habían rechazado, por golfas, por putas, o probablemente por sensatas.
- Me acuerdo que me tenías huevón todos los días diciéndome que sacara en guitarra El espejimo… porque según tú, el F la había escrito pensando en ti.
- (risas) ¿Te acuerdas? Era mi himno. ¿Y qué fue de tu basura de guitarra, la sigues teniendo?
- Obvio, es reliquia histórica. Si siempre me acuerdo cuando nos metimos una bombaza según nosotros para ponernos creativos y escribirle una canción a tu “super golfa” que ni siquiera me acuerdo cómo se llamó.
- (risas) La que no tiene nombre. Yo me acuerdo el título nomás porque todo lo que escribimos después se volvieron lagunas al tercer “berraco”.
- Fue una bombaza, terminé vomitando hasta lo que no había podido cagar en la tarde... Huevón!! – exclamó como si algo lo hubiese exaltado. Eres un recontra huevón, esa vez que, de todos, te invitó solo a ti a su cumple y no quisiste ir.
- ¿Estás con los recuerdos? –respondía Daniel mientras soltaba una carcajada y daba una larga pitada a su cigarro. Las flacas como Karen vienen y van, pero un Carty en parque con los patas no tiene precio.
- Tranquilo MasterCard. Ahí se te pudo hacer y la cagaste.
- Fácil, pero si tenía que ser, iba a ser, sino, igual siempre hay muchas “super golfas”.
- En la mañana justo me acordaba de la reu que hizo Karen ese 14 de febrero en su casa. Cuando medio ebrios empezamos a cantar...
- Sí, fue la cagada. Yo no sabía que la hermana quería conmigo y después del agarre empezó a decir que estábamos - recordaba Daniel con una carcajada.
- Ese día fue la cagada, si de asado y necio terminaste cantando sólo: “Necesito olvidarte, estoy a punto de odiarte, pero nuevamente es viernes me traiciona la razón. Porque nada es suficiente, si estar mal es lo de siempre seguiré mezclando ganas con alcohol”.
- (Risas) Te acuerdas solo de las veces en las que yo salgo cagado. ¿Y tú? Que te gileabas a todas pero al final no estabas con ninguna .
- ¿Para qué?– respondía Diego. No soy como tú, que no puedes vivir sin flaca. Eres alérgico a la soltería, sino se te pone peluda la mano. La soledad es libertad… - en ese momento algo lo interrumpía. Lo llamaban al celular. La soledad es libertad, pero no se puede ser libre todo el tiempo– concluía con una sonrisa mientras se paraba de la mesa para contestar la llamada.
- Quién diría. El que decía que las flacas estaban locas y que no se podía estar con ninguna… - se burlaba Daniel.
- Lo sigo diciendo, y la mía también está loca, como todas, pero qué se hace, tarde o temprano toca – respondía Diego mientras se alejaba del bullicio para que su excusa sea más creíble.
-Hola ¿qué tal? … Bien, aquí, me encontré con un amigo que no veía hace años y estamos tomando unos tragos… Karen, ya, ¡cálmate! Es un amigo que no veo hace tiempo. Ya nos vemos mañana.
Diego regresaba al bar mientras guardaba su celular en el bolsillo y con un gesto le indicaba al mozo que llevara tres cervezas más a la mesa.
Adentro la gente respiraba recuerdos mientras desde afuera se escuchaban dos voces notablemente quebradas y aletargadas por la ebriedad entonando: “Cantinero, dos serpentinas bien helenas al polo campo. Me hace falta un sencillo, no hay problema, la casa invita…”
martes, 8 de febrero de 2011
Donde estés
Seis años no fueron poco, pero tampoco fueron mucho, de hecho, a veces creo que no fueron nada, menos aún cuando uno no sabe que parte de su vida tiene una fecha de vencimiento.
¿Que cómo estoy? Es muy tarde para preguntar, ¿no lo crees? ¿Cómo estarás? No creo que deba saberlo, no creo que quiera saberlo, y supongo que tú tampoco quisieras que lo sepa.
Algunos no están hechos para querer ni para cuidar de otro, mucho menos para cuidarse a sí mismos. Probablemente por eso nunca te juzgué, porque así eras. Cada camino tomado siempre parece ser peor que el que hubiésemos querido tomar cuando la única que parece tener razón es la retrospectiva.
Me hubiese gustado aprovechar cada momento, cada abrazo, cada mañana al despertar y cada noche esperando por ti. Me hubiese gustado que no te fueras, que no te fueras nunca. No sé si tengo algo que agradecerte, o algo por qué odiarte. Pero al menos, como dice mamá, nos diste, sin quererlo, los mejores regalos que hayamos podido recibir. A ella, alguien por quién vivir, y a mi, al menos la mitad de lo que debí recibir, media familia.
¿Que cómo estoy? Haciendo lo único que puedo hacer por ti. Escribiéndote una carta que nunca leerás, preguntándome tantas cosas y obteniendo ninguna respuesta. ¿Cómo estarás? Espero que, donde estés, cerca, lejos, vivo o muerto, sonrías al menos una vez al día, porque, gracias a ti, entendí que hay sonrisas de tristeza, de nostalgia, de felicidad, y sinceramente espero que al menos una de ellas pueda esbozarse en tu rostro, donde estés.
domingo, 30 de enero de 2011
A veces
A veces quisiera volver a tener 8 años, y poder vivir mis días, tardes y noches en el parque, con mis amigos, sin problemas y siempre sonriente al desconocer el mundo. A veces quisiera madurar un poco, pero después entiendo que al hacerlo, no sería yo.
A veces, lo único que necesitamos, es caminar sin rumbo, sintiendo la brisa penetrando nuestros sentidos, sólo guiados por las luces de la ciudad, y por toda esa gente alrededor que sí parece saber a dónde ir. A veces, lo que necesitamos es llegar a casa cansados, dejarnos caer sobre la cama y escuchar una buena canción mirando al techo mientras detenemos el tiempo por 3 minutos.
A veces necesitamos estar solos, tristes, sin nadie a quién buscar ni llamar, sin nadie a quien extrañar. A veces necesitamos estar acompañados, felices, sabiendo que tenemos alguien a quién buscar para que con sólo unas palabras, esto valga la pena. A veces quisiera estar solo. A veces quisiera estar contigo. A veces quisiera estar con ustedes. A veces, tan solo a veces deseo que sea para siempre.